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IOM2 – CID San Luis
PRIMERA JORNADA DE TRABAJO: “Fundamentos de la dirección de la cura”
29 de noviembre del 2013

APERTURA a cargo de Mariel Robledo:
Tengo en agrado de abrir esta Jornada que es: por un lado el cierre de un año de trabajo muy intenso, sobre el escrito de Jacques Lacan La dirección de la cura y los principios de su poder y sus referencias, y por otro lado espero que esta Jornada sea el inicio de una serie.
El texto La dirección de la cura…. es un texto del año 1958, uno de los primeros escritos. La pregunta es porqué leer este texto.
Durante este año pudimos ver que los principios enunciados al comienzo tienen validez y actualidad. Encontramos a un Lacan que realiza una lectura a la letra de Freud como así también una fundada crítica a los post freudianos, por los desvíos y omisiones a la letra freudiana sobre la que se asientan los principios que él postula.
Eric Laurent nos dice “El autor de La dirección de la cura no se aboca principalmente a la constitución y al mantenimiento de la unidad en la clínica freudiana, sino en la importación de un estilo clásico en la técnica psicoanalítica. Esta afirmación puede ser descabellada tomando en cuenta hasta que punto Lacan fue criticado por su práctica singular. Suele olvidarse que eligió explícitamente la técnica psicoanalítica como título de su segundo seminario…” (p. 9, E. Laurent, Concepciones de clínica analítica, Manantial)
Un Lacan clásico, pero polémico que más que la unión y preservación primó la rigurosidad en la clínica, en la técnica, en la formación, en la experiencia, en la pregunta constante sobre el psicoanálisis y por consiguiente en la pregunta sobre qué es un analista.
J.-A. Miller, en el Prólogo de Guitrancourt, nos dice: “el ejercicio del psicoanálisis es de orden privado, reservado a la confidencia que el paciente le hace a su analista de lo más íntimo de su cogitación” entonces ¿qué es lo que se puede transmitir al público de una experiencia privada?
Podríamos decir, que, con lo que cuenta el analista en sus acto es: con la interpretación y ésta se dirige al inconsciente, solo podemos ver su eficacia por sus efectos imprevisibles con la particularidad que esta relación (analizante – analista) está atravesada por eso que llamamos: transferencia, que se instala desde el inicio hasta el final, por lo tanto, lo que pueda decir el paciente está teñido por este efecto.
Lo que sí tenemos son los testimonios del pase. Las personas que han concluido sus análisis y dan cuenta de sus recorridos.
Pero también hay otro modo de enseñar. ¿En qué consiste esta enseñanza?
Miller nos dice que las enseñanzas impartidas en el Campo Freudiano no son del orden universitario con diplomas, títulos, etc., sino que a las personas que asisten en los distintos grupos del campo se los llama participantes y no estudiantes, por “el alto grado de iniciativa que se les pide”. Como así también aquel que se pone en el lugar de enseñanza se le plantea la más estricta exigencia “ya que el saber enseñado, si obtiene su autoridad por su coherencia, solo encuentra su verdad en el inconsciente, es decir, un saber en el que no hay nadie para decir “yo sé”. Lo que se traduce en el campo freudiano a condición de sostenerla como una elaboración inédita, por modesta que sea” (p. 6).
Hoy en esta Jornada ponemos en evidencia el replanteo permanente al que nos lleva el psicoanálisis, la pregunta, la invención y el intento de dar cuenta de esa praxis que llamamos psicoanálisis.
Durante estas tres horas vamos a transitar junto con Daiana un recorrido donde podemos vislumbrar como Lacan intenta redireccionar la práctica psicoanalítica, a partir de un retorno a Freud. Un' hacia dónde' de la cura, a la luz del 'hacia dónde' de las desviaciones de la práctica psicoanalítica, denunciadas por Lacan. Esta dirección implica situarse en una posición ética frente al analizante, en una posición ética frente a nuestra práctica. Agrega que los efectos analíticos implican un cambio en la posición subjetiva del sujeto, una modificación en la relación con respecto a sus dichos, adquiriendo cierta responsabilidad y entrando en juego la dimensión del deseo.
Como así también el trabajo de Nicolás y Laura con sus elaboraciones de aquello que será posible o imposible de tramitar íntegramente en un análisis. Irán recorriendo una serie de obstáculos presentados bajo la forma de restos o residuos. Restos sintomáticos, restos transferenciales en el caso del hombre de los lobos, restos de agresión libre que están en la base incurable del conflicto subjetivo, pasando por los restos libidinales; de la constitución del sujeto y de las consecuencias del acto analítico.
Después escucharemos a Eliana que trabaja el caso de “El hombre de los sesos frescos” de Ernest Kris preguntándose ¿Cuál es el lugar de la interpretación? Y como una interpretación puede conducir al acting-out. Vamos a encontrar un trabajo sobre el acting-out y fundamentalmente un trabajo sobre el acting-out en Kris.
Continuaremos con Viviana y Fernanda que partir de la lectura del escrito freudiano: Sobre la Dinámica de la Transferencia, de 1912 y del apartado III de La Dirección de la cura: ¨¿Cuál es la situación actual de la Transferencia?¨ intentan puntuar las conceptualizaciones de ambos autores sobre el fenómeno transferencial. Y como, a partir, del Seminario 8, La Transferencia, poder determinar lo que causa la puesta en marcha del dispositivo y de esta manera ubicar el objeto agalmático, revestido de valor en el campo del Otro y cómo el trabajo del análisis comienza a partir de la apertura que pone en juego al analista como agente del Sujeto Supuesto Saber de ese saber sin sujeto, que es el Inconsciente.
Y por último escucharemos a Patricia Rojo con sus reflexiones y desarrollos en cuanto a la interpretación a partir de las preguntas que le genera su práctica, entendiendo que no hay buenas o malas interpretaciones, hay o no efectos los cuales se leen a posteriori. Y que la dirección de la cura es posibilitar que el analizante pueda nombrarse de otro modo.
Espero con estas palabras haber podido transmitir algo de mi entusiasmo y alegría, y que esta jornada resulte ser una verdadera jornada de intercambio y de trabajo.

TRABAJOS PRESENTADOS:

LOS CAMINOS DE LA DIRECCIÓN DE LA CURA
                                                                                Daiana Aguilera
En mi primer encuentro con la lectura de Lacan, me enfrento al desafío de reflexionar y elaborar un trabajo a partir de un texto tan rico y complejo como lo es La dirección de la cura y los principios de su poder. La propuesta me dio la oportunidad de remitirme a las inquietudes que me generó este primer contacto con textos de Lacan, inquietudes que acompañan y reorientan mi formación en mi último tramo de la Lic. en Psicología, reafirmando en mí el compromiso que implica la interrogación acerca de la formación y de la práctica.
Reconstruir el contexto en el que Lacan escribe La Dirección de la cura y los principios de su poder, nos remonta al año 1958. En este momento de su enseñanza, Lacan se ha propuesto un Retorno a Freud, cuestionando la degradación de la práctica psicoanalítica, convertida en una renegación del psicoanálisis. Propone así una lectura atenta de los primeros textos freudianos: La Interpretación de los sueños, La Psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y su relación con el inconsciente, a partir de un movimiento del psicoanálisis “donde las cosas han llegado al punto en que la consigna de un retorno a Freud significa una inversión” (Lacan, J. La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud en psicoanálisis, Escritos 1, p. 385.)
En La Cosa Freudiana o el sentido del retorno a Freud en psicoanálisis, tres años antes, Lacan nos dice: “No se trata de un retorno de lo reprimido, sino de apoyarnos en la antítesis que constituye la fase recorrida desde la muerte de Freud en el movimiento psicoanalítico, para demostrar lo que el psicoanálisis no es...” (Idem, p. 386)
Se trata de un retorno al sentido de Freud, un intento de recuperar el sentido de su experiencia, volviendo al decir de Freud, intentándolo reubicar en su verdadera dirección.
Esta iniciativa, puede ser justificada por el contexto del psicoanálisis del momento, la separación de Lacan de la Sociedad Psicoanalítica, el auge de la Ego Psychology. Es decir que implicó no sólo un movimiento epistemológico, sino también político. Podría decirse que para Lacan, fue tal la conmoción que generó el descubrimiento freudiano, que se intentó tranquilizar frente a ello, acallando así el decir de Freud. Lo que en un comienzo fue un intento de hacer consciente lo inconsciente, derivó enseguida en la substitución del ello por el yo y la recuperación de la energía libidinal encallada en el síntoma. Así, las generaciones postfreudianas, se propusieron pacificar, fortalecer las funciones sintéticas del yo y flexibilizar sus defensas.
En este contexto, mi interés apunta a resaltar lo que decanta de la lectura de este texto: Lacan propone una vez más un Retorno a Freud, ante las desviaciones y degradaciones que ha sufrido la práctica psicoanalítica. Enmarcado en esta propuesta, es que plantea La Dirección de la Cura, afirmando: "El psicoanalista sin duda dirige la cura. El primer principio de esta cura, el que le deletrean en primer lugar y que vuelve a encontrar en todas partes en su formación hasta el punto de que se impregna en él, es que no debe dirigir al paciente" (Lacan, J. La Dirección de la cura y los principios de su poder, Escritos 1, p. 586)
El interrogarnos acerca del término dirección, nos remite a un hacia dónde, que nos plantea situarnos en una posición. Veamos como describía Freud esta posición: “Por nuestra parte, nos rehusamos decididamente a adueñarnos del paciente que se pone en nuestras manos y estructurar su destino, imponerles nuestros ideales y formarle, con orgullo creador, a nuestra imagen y semejanza.” (Freud, S. Los caminos de la terapia analítica, Vol. 13, Biblioteca Nueva, p. 2460).
De este mismo modo, vemos en Lacan una vuelta a la regla de la abstinencia postulada por Freud. Lacan excluye de las vías de esta dirección, la dirección de la persona del analizante, la dirección de conciencia, de la moral. Junto a esto se sitúa además la crítica a los analistas ingleses, que han definido el final de análisis por la identificación del sujeto con el analista. En La Cosa Freudiana, Lacan nos dice: “Pues si su salud se define por su adaptación a una realidad considerada buenamente como su medida, y si necesitan ustedes de la alianza de la parte sana del yo para reducir, en la otra parte sin duda, ciertas discordancias con la realidad, que no aparecen como tales sino para el principio de ustedes de considerar a la situación analítica como simple y anodina, y que ustedes no descansarán hasta hacerlas ver con la misma mirada que la de ustedes por el sujeto ¿no está claro que no hay más discriminación de la parte sana del yo del sujeto que su acuerdo con la óptica de ustedes que, suponiéndola sana, se convierte así en la medida de las cosas, del mismo modo que no hay otro criterio de la curación que la adopción completa por el sujeto de esa medida que es la de ustedes, lo cual confirma la confesión frecuente entre los autores graves de que el final de análisis se obtiene con la identificación con el yo del analista?” (Lacan, J. La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud en psicoanálisis, Escritos 1, p. 407)
Sin duda la posición del analista está puesta en cuestión, este es colocado en “el banquillo de los acusados”. Casi como la advertencia freudiana al furor curandis, Lacan advierte sobre una abstención de usar lo que le da la Experiencia Analítica como Poder. Es interesante pensar la cuestión de la abstinencia, a partir de la metáfora del analista como “muerto”, que realiza en este texto. La misma metáfora, es utilizada en el texto mencionado acerca del sentido del retorno a Freud: “el analista interviene directamente en la dialéctica del análisis haciéndose el muerto, cadaverizando su posición ya sea por el silencio, allí donde es el Otro, con una A mayúscula, ya sea anulando su propia resistencia allí donde es el otro, con una a minúscula. En los dos casos, y bajo las incidencias respectivas de lo simbólico y de lo imaginario, presentifica la muerte” (Idem, p. 412.)
Que Lacan haya comparado la posición del analista con la del “muerto” ha sido utilizado como justificativo de fuertes críticas acerca de esta posición. Esto tiene que ver directamente con la posición ya descripta, que no se ubica ni en relación a la persona del analista, ni en el plano del consejo, ni de sus ideales, ni de sus gustos, ni de sus prejuicios, ni de sus sentimientos, ni de las propias atribuciones de sentido. Es en este plano que el analista debe cadaverizar su posición. 
En la misma línea, podemos decir que se trata de un silencio “operativo”, que apunta al discurrir libidinal, para que el sujeto busque en los significantes de su historia. Dice Lacan: “Ya se pretenda frustrante o gratificante, toda respuesta a la demanda en el análisis reduce en él la transferencia a una sugestión” (Lacan , J. La Dirección de la cura y los principios de su poder, Escritos 1, p. 615)
Pone el ejemplo de la anorexia mental, cuando el Otro, confundiendo los dos tipos de demanda, la demanda de amor –demanda de un signo de presencia del Otro- y la demanda de la necesidad, “confunde sus cuidados con el don de su amor” y en lugar de darle lo que no tiene, le “atiborra con la papilla asfixiante de lo que tiene”, no le queda al niño más remedio, para mantener vivo su deseo, que rechazar este alimento. Esto es también una indicación para el analista que ha de cuidarse de responder a la primera demanda para que la segunda pueda desplegarse. El misterio de la diferencia entre transferencia y sugestión es éste, la transferencia es también una sugestión pero una sugestión que sólo está permitido ejercer a partir de la demanda de amor. Por el lado del sujeto se trata de pasar de la identificación al “significante todopoderoso de la demanda”, identificación a la respuesta del Otro que sabe y tiene, a la identificación con “el objeto de la demanda de amor”, esto es con la falta que encuentra en el Otro.
La preocupación de Lacan por las desviaciones del psicoanálisis se reafirma, durante el mismo año escribe El psicoanálisis verdadero, y el falso. En éste texto, Lacan apunta a Hartmann, fundador de la Ego psychology, criticando la existencia en el yo de una esfera libre de conflicto. El analista se propondría expandir estas zonas, ayudando al yo del individuo a dominar la pulsión y adaptarse a la sociedad. Para Lacan, este psicoanálisis falso “va contra los principios del descubrimiento freudiano”, de la naturaleza inconsciente  del síntoma y del carácter no domeñable de la pulsión. Así, la perspectiva de la psicología del yo “constituye una desviación respecto a dicho descubrimiento, para fines de sugestión social y de servidumbre psicológica”. El psicoanálisis verdadero “se desarrolla en la dimensión del conflicto entre el principio del placer y el principio de realidad. Dando su lugar central no a la conducta sino a la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”. Hay un intento en Lacan de “captar el deseo en las redes mismas donde Freud lo muestra fijado”. “Este deseo no es articulable en términos de adaptación a la realidad como pretende la psicoterapia autoritaria”. (Lacan, J. El psicoanálisis verdadero, y el falso, Otros escritos, p. 187)
Hacia el final de La Dirección de la Cura Lacan destaca la importancia de preservar el lugar del deseo en esta dirección. Pero el deseo, dice Lacan, “no es otra cosa que la imposibilidad de esa palabra, que al responder a la primera, no puede sino redoblar su marca consumando esa escisión (Spaltung) que el sujeto sufre por no ser sujeto sino en cuanto habla.” ( Lacan, J. La Dirección de la cura y los principios de su poder, Escritos 1, p. 614)
De esta manera, va a distinguir dos caminos diferentes, uno de respuesta a la demanda, intentando reparar la falta en Ser, de otro camino que refiere al Ser pulsional. Se trata de considerar la incompatibilidad del deseo con la palabra, pero hay que tener en cuenta que para llegar a esto hay que haber encontrado el camino de la demanda. Para poder llegar a la imposibilidad del significante, hay que pasar por él. Esto puede darse, si el analista está situado en el lugar de A barrado, operando con su falta. En este punto Lacan postula que se trata de conducir al analizante mas allá de la falta en Ser, de tocar algo de lo pulsional. Hace referencia al “horizonte deshabitado del Ser”, deshabitado del significante, lugar de la pulsión, donde habita el Ser.
En esto último encontramos uno de los puntos a partir de lo cual se despliegan diferentes formas de tratar lo Real. Queda interpelada la práctica analítica: ¿Cómo un dispositivo que trabaja con la palabra, puede tocar algo de la relación al goce? Cómo acceder, con palabras, al Ser pulsional? ¿Por eso las terapias parecen más convincentes?
El psicoanálisis de orientación lacaniana se distancia y se diferencia de todas las técnicas y prácticas terapéuticas que buscan la felicidad y el bienestar, excluyendo al goce y al sufrimiento implicado en el síntoma. El malestar de un sujeto y la clínica nos llevan a plantearnos al síntoma en el centro de toda nuestra práctica. Si la práctica se centra en lo singular del caso, no puede estar delimitada por patrones pero sí por principios, tal como Lacan lo formalizó en este texto sobre La dirección de la cura y los principios de su poder, en eso radica la ética del psicoanálisis.
En este recorrido podemos vislumbrar como Lacan intenta redireccionar la práctica psicoanalítica, a partir de un Retorno a Freud. Intenté plantear este' hacia dónde' de la cura, a la luz del 'hacia dónde' de las desviaciones de la práctica psicoanalítica, denunciadas por Lacan. Estas direcciones, implican situarse en una posición ética frente al analizante, en una posición ética frente a nuestra práctica. Contemporáneo a este texto, encontré la distinción que Lacan realiza entre Psicoanálisis Verdadero y el Falso, acentuando la crítica que hace de aquellas “pedagogías correctivas” o “reeducaciones emocionales”. Psicoanálisis Verdadero es aquel que reconoce los efectos del lenguaje en la enfermedad intrínseca al ser humano como ser hablante y como ser hablado. La Dirección de la Cura, por lo tanto, busca obtener un tipo particular de resultados. Los efectos analíticos implican un cambio en la posición subjetiva del sujeto, una modificación en la relación con respecto a sus dichos, adquiriendo cierta responsabilidad y entrando en juego la dimensión del deseo.

Bibliografía:
Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos I. 1958.
Lacan, J. “La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en Psicoanálisis”. Escritos I. Conferencia en Viena el 7 de noviembre de 1955.
Lacan J.  “El psicoanálisis verdadero y falso”. Revista Freudiana N° 4 y 5. Barcelona. 1958.
Freud, S. ¨Los caminos de la terapia psicoanalítica¨. V Congreso Psicoanalítico, Budapest 1918.
Freud, S. ¨Puntualizaciones sobre el amor de transferencia¨, 1915.

DE LOS RESTOS QUE SON CAUSA
                                              Laura Pizzuto- Nicolás Katzer

Introducción
De la lectura de Análisis terminable e interminable se desprende la idea de aquello que
será posible o imposible de tramitar íntegramente en un análisis. El texto irá recorriendo una serie de obstáculos presentados bajo la forma de restos o residuos. Restos sintomáticos, restos transferenciales en el caso del Hombre de los Lobos, restos de agresión libre que están en la base incurable del conflicto subjetivo, pasando por los restos libidinales; Freud nos hablará de esta manera de la constitución del sujeto y de las consecuencias del acto analítico.
Ya Freud en 1895, en la carta a 133 a Fliess, señalaba la subsistencia de restos sintomáticos en el tratamiento de un paciente a pesar de verificar la evolución favorable del mismo, y dirá:

«Comienzo a comprender que el carácter en apariencia interminable de la cura es algo acorde a ley y depende de la transferencia»

Entonces, ¿Cuál es la función del resto para el psicoanálisis? ¿De que manera interviene en la dirección de una cura?

El estatuto del resto
La concepción de la producción del sujeto del inconsciente será pensada por Freud, a partir de la represión primordial, acto fundante del aparato psíquico.
Es así como, en el punto III de Análisis terminable e interminable plantea cual es el objetivo de un análisis, y dice:

«La rectificación, con posterioridad (nachtraglich), del proceso represivo originario, la cual pone término al hiperpoder del factor cuantitativo, sería entonces la operación genuina de la terapia analítica» (1937: P. 230. AE. T. XXIII).

En efecto, si bien la rectificación del proceso represivo es el objetivo de un análisis para Freud, no por eso queda exenta de obstáculos que dificultan la elaboración de esta rectificación. En otras palabras, el proceso represivo primario siempre será incompleto en tanto existirán sectores pulsiones –restos pulsionales- que permanecen intocados.
Freud retomará esta problemática a partir del punto de impasse del acto analítico; sostendrá la idea que la biología funciona para lo psíquico como basamento rocoso subyacente, y nos dirá:

“A menudo uno tiene la impresión de haber atravesado todos los estratos psicológicos y llegado, con el deseo del pene y la protesta masculina, a la roca de base y, de este modo, al término de su actividad. Y así tiene que ser, pues para lo psíquico lo biológico desempeña realmente el papel de basamento rocoso subyacente” (1937: P. 253/54. AE. T. XXIII)..

Es decir, aparecen los fenómenos residuales, restos antiguos inextinguibles que no serán reductibles por la acción del significante, y que por ende son refractarios a toda interpretación en tanto pertenecen a la categoría de lo real.
Lacan encontrará, a partir del objeto a, una solución para el impasse freudiano. Si bien el objeto a es presentado cuando construye el grafo del deseo, será en el seminario X donde lo va a cernir, a partir del sesgo de la angustia, su traducción subjetiva.
El objeto a planteado como resto que cae de la operación de constitución del sujeto implica que este pasa a existir simbólicamente. Pero hay algo que no termina de poder ser incluido en la simbolización: es un real residual, producto de la operación de constitución del sujeto en el campo del Otro.
El objeto a, resto de la división subjetiva, es heterogéneo al sujeto del significante; se produce como aquello que cae en los intervalos de un discurso, vale decir, de una articulación significante. Es producto de lo simbólico, sin embargo este registro no lo puede reabsorber.
En el cuerpo, el objeto a encuentra su «materialidad». La maquinaria significante parte al cuerpo en pedazos, que nunca se totalizan; el objeto a es cuerpo en tanto trozo de real. Un cuerpo que se relaciona con el deseo y la pulsión.
El objeto a es invisible e inaudible, solamente nos acercamos a el por vías indirectas, se lo detecta por sus efectos: como causa de deseo o como plus de gozar, es decir, por la economía que regula.

Para concluir
En Freud se trata de un resto imposible, lo biológico hace tope. Lo que está en juego, será lo que no cesa de no escribirse, es la no relación sexual. La protesta masculina –y la penisneid son las formas imaginarias que el sujeto construye ante ese tope, y que su fantasma soporta.
A partir del objeto a, la causalidad ya no es teleológica, ya no responde a la lógica de la intencionalidad. El objeto a es solidario con la lógica de la función de la causa, en el sentido de ser aquello que causa el movimiento.
Una de las incidencias de la invención del objeto a se observa en la conceptualización de la transferencia.
Ya no solo será repetición, en la cual el pivote sobre el que gira es el sujeto supuesto saber, sino un real.
El analista sostiene con su presencia el semblante de la causa el deseo.
De esta forma Lacan transforma un resto, lo vuelve operativo pues permite franquear aquella barrera imaginaria donde Freud nos dejó. Los restos no son inertes; los restos devendrán causa.
Con estos restos vivos se intentará rebasar lo imposible, el basamento rocoso subyacente: en tanto el objeto a suple la relación sexual que no existe –en su faceta de causa-; pero también marca como plus de gozar, que no hay goce todo del complemento sexual.

¨EL HOMBRE DE LOS SESOS FRESCOS¨ EN LA DIRECCION DE LA CURA
                                                                                               Eliana Escudero

La dirección de la cura y los principios de su poder es un escrito de Lacan del año 1958. El polemiza con los post- freudianos y toma el caso de “El hombre de los sesos frescos” de Ernest Kris (en el apartado II: ¿Cuál es el lugar de la interpretación?) para plantear la diferencia entre la Psicología del Yo y su modo de pensar el Psicoanálisis.
Reseña del relato de “El hombre de los sesos frescos” publicado por Ernest Kris en su artículo: “Psicología del yo e interpretación en la terapia psicoanalítica”.
Se trata de un joven científico de unos 30 años que reemprendió su análisis con Kris después de haber realizado el primero con Melita Schmideberg (hija de Melanie Klein). El síntoma descripto por Kris es el temor de su paciente de plagiar, porque padece una inhibición en su vida intelectual que afecta la publicación de sus trabajos.
En su primer análisis, el joven había aprendido que siempre quería sacar, robar, como había hecho en la pubertad.
Kris nos comenta que entre los factores influyentes en la inhibición de su paciente, había uno muy importante: la identificación con su padre, que no había dejado huella en su campo, a diferencia del abuelo, un eminente científico.
Para Kris, este sujeto deseaba encontrar un padrino, tener un padre exitoso y grande (un grandfather).
Ya a punto de publicar un trabajo, el paciente le dice a su analista que había encontrado en la biblioteca un trabajo publicado hace unos años (y que él había leído) que contenía la idea central de su trabajo.
En ese momento, Kris constata en la realidad que el trabajo del joven no era un plagio, e interpreta que le había hecho decir al autor lo que él mismo quería decir; más aún, que el colega había sacado las ideas del paciente y las había adornado sin que él lo supiese.
La interpretación de Kris es que él no roba. La respuesta del joven, luego de un silencio es: “Todos los días al mediodía, cuando salgo de aquí, antes del almuerzo y antes de volver a mi oficina, me paseo por la calle X y miro los menús detrás de las vidrieras. Es en uno de esos restaurantes donde encuentro de costumbre mi plato favorito: sesos frescos”.
Kris considera la reacción del paciente como una respuesta exitosa a su interpretación: “En este punto de la interpretación, estaba esperando la respuesta del paciente.”
¿Cómo lo trabaja Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder”?
Nos dice que el drama subjetivo del paciente de Kris es “…un impulso de plagiar del cual parece no poder ser dueño.” (p. 579) Lejos de permitirle al paciente adueñarse de su síntoma, Kris con su interpretación lo niega. Es por eso que Lacan le recrimina a Kris el hecho de no contentarse con los decires del paciente y toma la vía del insight.
Kris trabaja la defensa, pretendiendo demostrarle al paciente que quiere ser plagiario para impedirse serlo. Pero deja de lado la pulsión, en éste caso la atracción hacia las ideas de los otros.
En el año 2005, el Espacio Campo Freudiano llevó adelante un curso llamado: “La dirección de la cura hoy”. En la primera sesión disertó Marie-Helene Brousse. Allí ella plantea que Kris no establece una diferencia clara entre defensa y pulsión, las considera moldeadas la una sobre la otra. Tú (no) robas (ideas) para protegerte de robar ideas, sí que robas: robas nada, no ideas, la nada como objeto, como objeto pulsional. La nada como objeto nos permite diferenciar la pulsión de la defensa. En la dirección de la cura hay que utilizar la pulsión y no al yo como brújula.
Lacan considera que la reacción del paciente ante la interpretación de su analista, tiene el valor correctivo del acting- out. ¿Por qué correctivo? Porque advierte al analista que erró en el blanco.
En el Seminario X La angustia, el acting- out es, para Lacan, una acción inmotivada, enmarcada en cierta escenificación, que es relatada como situación repetida, que se realiza generalmente fuera del espacio de la sesión, pero dirigida al analista y que tiene como función mostrar y aislar un objeto. Este acto impulsivo está destinado a decir algo a alguien, pero no es comprendido por quien lo comete.
Lacan nos lleva a pensar que la interpretación de Kris es prejuiciosa, sesgada por una tendencia a lo respetable. Lo que importa no es que el paciente no roba, sino que roba nada, y por lo tanto no se trata de un paciente obsesivo, sino de un caso de “anorexia mental” (el anoréxico come nada). Anorexia del deseo del que vive la idea.
No se trata de ir de la superficie a la profundidad, sino de darle su lugar al deseo. No se trata de entrar en la discusión de si es o no plagiario, sino de salvar el lugar del deseo, nombrar el “nada”.
Eric Laurent en Concepciones de la cura en psicoanálisis (p. 24 y 25), dice:


“…Lacan capta que el acting- out es una defensa del sujeto para mantener su pregunta…”

“…el objeto que el paciente roba es una nada… Este es un modo de interpretar a partir del acting- out, este es un sujeto disgustado de sus ideas, no quiere pensar, y Lacan considera que ésta es una enfermedad del deseo, que se trata de un sujeto que rehúsa que su deseo esté sometido a la cadena significante, que quisiera desear sin tener la menor idea de ello, y ataca entonces la cadena significante.”

Según Laurent, Lacan plantea en Posición del inconsciente, que el sujeto iba a ser representado por un significante para otro significante, pero sucumbe, queda petrificado en el significante y necesitará otro ante el cual ser representado. El paciente de Kris hace un ataque al intervalo de la cadena, un ataque a esa nada que está entre los significantes. Está enfermo porque el deseo está enganchado a la cadena significante y se defiende de ella mediante un ataque que pone en primer plano la nada. Así, mantiene la metonimia esencial de la cadena, de un deseo que sería posible para él. Puede entenderse como que no hay intervalo entre S1 y S2.

Bibliografía:
Desinencias N°2 Ernest Kris. “La psicología del yo y la interpretación en la terapia Psicoanalítica”.
Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos II. Ed. Siglo XXI.
Lacan, J. “La angustia”. Seminario X. Ed. Paidós.
Lacan, J. “Posición del inconciente”. Escritos II. Ed. Siglo XXI.
www.icf-granada.net.

ALGUNAS PUNTUALIZACIONES SOBRE LA TRANSFERENCIA
                                                         Viviana Vallone – Fernanda Casanova 

A partir de la lectura del escrito freudiano Sobre la Dinámica de la Transferencia, de 1912 y del apartado III de La Dirección de la cura: ¿Cuál es la situación actual de la Transferencia?, trabajo presentado por Lacan en el año 1958, intentamos puntuar las conceptualizaciones de ambos autores sobre este fenómeno.
El escrito freudiano corresponde a un examen teórico del fenómeno transferencial y de la manera que opera en el tratamiento psicoanalítico.
Freud comienza señalando que toda persona por efecto conjunto de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, o sea para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará. “Esto da por resultado un clisé que se repite de manera regular en la trayectoria de la vida”.
Para Freud solo un sector de estas mociones determinantes de la vida amorosa recorrió el pleno desarrollo psíquico, ese sector constituye una pieza de la realidad consiente; mientras que otra parte de estas mociones, demorada en el desarrollo, se aparta de la conciencia replegándose en la fantasía y entonces permanece inconsciente.
También plantea que si la necesidad de amor de alguien no es satisfecha en la realidad entonces la persona se verá precisada a volcarse con representaciones libidinosas hacia cada nueva persona que aparezca. Siguiendo esta premisa, Freud sostiene que la investidura libidinal se insertará al médico en una de las series psíquicas que el paciente ha formado hasta ese momento.
Señala dos puntos de interés para el Psicoanálisis: en primer lugar hace referencia al hecho de que la transferencia no es más intensa en personas neuróticas bajo análisis que en otras no analizadas y en segundo lugar señala que resulta un enigma porque en el análisis la transferencia nos sale al paso como la más fuerte resistencia al tratamiento.
Cuando el paciente suspende las asociaciones, Freud le esclarece que eso se debe a que está bajo el imperio de una ocurrencia relativa a la persona del médico.
Para Freud la resistencia acompaña todos los pasos del tratamiento, cada ocurrencia singular del paciente tiene que tomar en cuenta la resistencia que se constituye como un compromiso entre las fuerzas cuya meta es la salud y aquellas que la contrarían.
Señala entonces que se hace preciso decidirse a separar una transferencia positiva de una negativa, la de sentimientos tiernos, de la de sentimientos hostiles y tratar por separado ambas variedades sobre la figura del médico.
Miller en la conferencia Transferencia de Freud a Lacan destaca la función de tapón que la transferencia tiene sobre las asociaciones inconscientes.
Fabián Schejtman en una clase preparada para el IOM en el año 2003, plantea que la frecuencia freudiana sobre la transferencia es: rectificación subjetiva – transferencia e interpretación.
Lacan hace un planteo a la inversa de Freud; en el manejo de la transferencia la libertad del analista está acotada porque debe avenirse al lugar que en la transferencia el analizante le concede. Así puede decirse que si la interpretación tiene efectos es porque se produce bajo transferencia.
En el apartado III de La Dirección de la cura, Lacan arranca preguntándose: ¿es lo mismo la transferencia al comienzo de un análisis que aquella que se desarrolla con el avance del mismo? Y además interroga el lugar del fantasma en la transferencia ya que al entrar al consultorio, el neurótico no se despoja de la condición de goce a la que su fantasma lo constriñe sino que la dispone como una red para capturar al psicoanalista.
Si Freud planteaba una “dinámica de la transferencia”, Lacan indicó que ese movimiento era atravesado, entorpecido o detenido “por las fantasías que implican abiertamente la figura del analista”.
En este texto, Lacan restringe la transferencia a lo Imaginario y encolumna de este lado las resistencias yoicas que incluyen los fenómenos de odio y amor depositados en la figura del analista; para Freud sería la vertiente hostil y erótica de la transferencia.
En el apartado III, Lacan critica la manera de abordar este fenómeno por parte de los post freudianos. Aborda tres orientaciones diferentes: el Genetismo que tendía a fundar los fenómenos analíticos en los momentos del desarrollo y se basaba en la observación directa del niño. Basado en esto, la técnica dirigía el procedimiento hacia el análisis de las defensas. Una exponente de esta teoría fue Ana Freud quien intentó insertar en etapas observables del desarrollo sensorio – motor los mecanismos de defensa que “se suponía se desprendían de su progreso”. Este análisis de las defensas exigiría al analista poder aislar en el yo un área libre de conflictos con la cual el analista establecería una alianza. Razón por la cual entonces la experiencia devendría en una técnica de adaptación a la realidad.
La crítica también se deslizó hacia el eje que toma Abraham, el de las Relaciones de objeto. Le reconoce como aporte original la noción de objeto parcial; la crítica alcanza el presupuesto de desarrollo del carácter pre genital hacia la armonía del genital. El yo en su grado de madurez tendría “una estabilidad que no corre el riesgo de quedar comprometida por la pérdida de un objeto significativo. Permanece independiente de sus objetos”.
Esto sería lo que se les promete a quienes alcanzan el “final de un análisis logrado”.
La tercera crítica es a la noción de Introyección intersubjetiva en Ferenczi, Identificación con el súper yo del analista de Strachey, Trance narcisista terminal en Balint. Estas nociones se instalan en una relación dual, imaginaria donde lo que queda es la dimensión de la distancia entre paciente y analista para poder ordenarla.
Esta distancia, según Lacan, “es tomada como parámetro universal, regulando las variaciones de la técnica para el desmantelamiento de las neurosis”. Esto no tendría en cuenta ni siquiera que “la experiencia analítica toma su fuerza de lo particular”.
Lacan postula que en la relación analista – analizado siempre hay tres lugares ya que no se puede prescindir del lugar del Otro; en Freud ese lugar fue ocupado por el propio Psicoanálisis, en Lacan por el lenguaje como Otro funcionando en la experiencia.
Al final del apartado III, Lacan advierte a los analistas sobre el deslizamiento que sufre la técnica, si se desconoce el verdadero lugar donde se producen sus efectos.
Hasta aquí intentamos puntuar el recorrido que Freud y Lacan realizaron en los textos trabajados.
Para finalizar tomamos una referencia del Seminario 8: La Transferencia, donde Lacan ubica lo que causa la puesta en marcha del dispositivo a partir de suscitar la transferencia: ubica el objeto agalmático, revestido de valor en el campo del Otro. Esta “transferencia libidinal” de la que el analista es revestido hace que se convierta en el amado. El analizado cede el objeto precioso y él deviene tal en ese momento porque se transforma en deseante y surge el amor de transferencia que es el amor al Inconsciente. El trabajo del análisis comienza a partir de la apertura que pone en juego al analista como agente del Sujeto Supuesto Saber de ese saber sin sujeto, que es el Inconsciente.

Bibliografía:
Freud, S: Sobre la dinámica de la transferencia. 1912. Editorial Amorrortu.
Lacan, J: La dirección de la cura. Apartado III: ¿Cuál es el lugar de la transferencia? Escritos II. 1958. Siglo XXI Editores.
Lacan, J: Seminario 8 La Transferencia. 1960. Paidós.
Schetjman, F: Clase Interpretación y Transferencia, dictada en IOM CID- San Luis, 2003.

UN DECIR QUE TOCA LO QUE ESCAPA AL DECIR
                                                             Patricia Natalia Rojo

Este trabajo surge en el marco de cierre del seminario del IOM2 –San Luis 2013 cuyo texto que propicio encuentros y debates fue “La Dirección de la cura y los principios de su poder” del libro Escritos, tomo II, de Jaques Lacan.
Otra referencia a tomar es el Seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” de 1964, el cual es una de las posibilidades a trabajar a lo largo del año 2014 en el IOM2- San Luis. Es así como este recorrido es una posibilidad para poder pensar un eje en dos momentos diferentes de la enseñanza.
Escribir implica tomar decisiones se podría abarcar tantos ejes como principios, en esta oportunidad el eje tomado para pensar la dirección de la cura y sus principios es la interpretación.
Como practicante del psicoanálisis la cuestión de la interpretación siempre me ha generado por un lado cierto respeto debido a lo cauto que se debe ser cuando se presentan dudas respecto al diagnóstico diferencial fundamentalmente. Por otro lado la ignorancia ¿qué decir? ¿cómo? ¿para qué?, entendiendo poco a poco que no hay buenas o malas interpretaciones, hay o no efectos los cuales suelen ser a posteriori.
Recuerdo en más de un control escuchar a quien me supervisaba decir “no hay receta, es uno a uno”. Sinceramente creo por momentos haber estado empeñada en encontrar respuestas universales, o frases de bolsillo como cartas a sacar según la ocasión.
Quizás como dice el poeta “No se trata de hablar, no se trata de callar, se trata de abrir algo entre la palabra y el silencio”. R. Juarróz.
A continuación los invito a retomar ciertas referencias como punto de encuentro hacia nuevas preguntas, alguna que otra respuesta sin estándares pero no sin principios.
¿Cómo un decir puede tocar (y modificar) lo que escapa al decir?
Lacan en su primera enseñanza presenta la idea de interpretación por desciframiento, lo cual está emparentada con la concepción freudiana en donde de lo que se trata es de que el paciente pueda anoticiarse del sentido de sus síntomas y, a través del trabajo analítico, revisar esa interpretación realizada por él en el pasado y sobre la cual se funda su síntoma para luego poder hacer una nueva interpretación en la actualidad.
Releamos a Freud en “La interpretación de los sueños”, pág. 349: “En las páginas que siguen aportaré la demostración de la existencia de una técnica psicológica que permite interpretar los sueños, y merced a la cual se revela cada uno de ellos como un producto psíquico pleno de sentido, al que puede asignarse un lugar perfectamente determinado en la actividad anímica de la vida despierta.”
A partir de esta puntuación podemos pensar Freudianamente la palabra “interpretar” como otorgar sentido, dar significación a algo que se presenta como enigmático. Lacan realiza la siguiente invención al plantear que el interpretar no es proponer una significación sino “indicar” una respuesta que ha sido instaurada por la pregunta, así la interpretación tiene la forma del enigma lo cual plantea en ¨La instancia de la letra…¨ y podríamos nombrarlo como un principio a priori de la dirección de la cura.
Ahora bien que nos dice en “La dirección de la cura”, pág. 573: “Ningún índice basta en efecto para mostrar dónde actúa la interpretación, si no se admite radicalmente un concepto de la función del significante, que capte dónde el sujeto se subordina a él hasta el punto de ser sobornado por él”. Es decir el paciente se lo termina creyendo.

“ Soy esto…” siendo ese el significante que da consistencia al ser.

Ahora bien ¿Por qué se deja sobornar por el significante? podríamos decir porque es un punto de llamada a otro para ser interpretado y de esta manera poder provocar el agregado de algo vacío a partir de puntuaciones, exclamaciones que apuntan a los significantes que conmueven las resonancias, lo que implicaría esto de descoagular significante de significado.
Volvamos al párrafo anterior, pág.573:” La interpretación, para descifrar la diacronía de las repeticiones inconscientes, debe introducir en la sincronía de los significantes que allí se componen algo que bruscamente haga posible su traducción precisamente lo que permite la función del Otro en la ocultación del código, ya que es a propósito de él como aparece su elemento faltante.” Tendrá que ver con ¿tratar de abrir algo entre la palabra y el silencio?
De esta manera el analista ubica lo que se repite buscando cernir un sin sentido a partir del sentido. Es decir cernir a partir de señalar el punto de goce con el significante.
En palabras de Lacan: “Hacer que se vuelva a encontrar en él como deseante, es lo inverso de hacerlo reconocerse allí como sujeto, porque es como en derivación de la cadena significante como corre el arroyo del deseo y el sujeto debe aprovechar una vía de tirante para asir en ella su propio feed-back.” (Lacan, 1958, pág. 603)
Hasta este momento de la enseñanza, Lacan piensa la función metafórica de la interpretación en la medida de que se trata de hacer aparecer eso que se desliza en la deriva metonímica de la cadena y que sólo aparece en la medida en que es detenida y posteriormente plantea la interpretación en relación a la metonimia haciéndola equivaler al deseo y la función de corte en ese sentido metafórica en la medida que permite cernir el significante que representa al sujeto en tanto deseante.
Lacan en el Seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” se va a referir a la interpretación como en relación a la metonimia, no ya tanto a la metáfora y por ello la hace equivaler al deseo. 

“Situemos en los dos extremos de la experiencia analítica. Lo reprimido primordial es un significante, y lo que se edifica por encima para constituir el síntoma, podemos considerarlo siempre como un andamiaje de significantes. Lo reprimido y el síntoma son homogéneos, y reductibles a funciones de significantes. Su estructura, aunque se edifica por sucesión como todo edificio, es sin embargo, al final, inscribible en términos sincrónicos. En el otro extremo está la interpretación. La interpretación concierne a este factor de una estructura temporal especial, que he intentado definir como metonimia. La interpretación, en su término, apunta el deseo, y en cierto sentido es idéntico a él. El deseo es, en suma la interpretación misma.” (Lacan, 1964, pág.183)


En este mismo seminario se pone a dar cuenta de la constitución subjetiva como un paso necesario para poder comprender como opera la interpretación. Y es allí donde nos dirá que:

“La consecuencia de la alienación es que la última instancia de la interpretación no reside en que nos entregue las significaciones de la vía por donde anda lo psíquico que tenemos ante nosotros. Este alcance no es más que preludio. El objetivo de la interpretación no es tanto el sentido, sino la reducción de los significantes a su sin-sentido para así encontrar los determinantes de toda la conducta del sujeto.” (Lacan, 1964, pág. 219)

Si bien la interpretación en tanto apunta al deseo se la puede relacionar con la metonimia en la que el deseo se desliza por debajo de la cadena significante, al mismo tiempo, en la medida en que produce una detención en esa deriva y la aparición del significante al cual el sujeto se encuentra sujeto como sujeto, tiene una función de corte y en ese sentido metafórica en la medida que permite cernir el significante que representa al sujeto en tanto deseante.
En este seminario Lacan nos dice que la interpretación invierte la relación por la cual, en el lenguaje, el significante tiene como efecto el significado, y dónde lo importante es que “el sujeto vea, más allá de esta significación, a qué significante, sin sentido, irreductible, traumático, está sujeto como sujeto”. (Lacan, 1964, pág. 258)

“Nombrar es un ejercicio equivocado.
Hay que hallar otro modo
De señalar las cosas.
Por ejemplo
Llamarlas con silencios
con el vacío que las separa
O con el vacío sonoro
Que queda entre las palabras” (XIV,75)

“Avanzar en una cura hasta el final, es acompañar al analizante para que con las mismas letras escriba otra historia y la cuente de otro modo.” Liliana García

Bibliografía:
Freud, Sigmund. “La interpretación de los sueños”. Tomo 5, Ed. Amorrortu.
Roberto Juarroz. Fragmentos de Poesía Vertical. (Volumen I al XIV).
Lacan Jaques “La Dirección de la cura y los principios de su poder” del libro Escritos, tomo II, 1958. Ed. Siglo XXI.
Lacan Jaques “La pulsión y su circuito”, ”El sujeto y el Otro: La Alienación” “De la interpretación a la transferencia”, Seminario XI: “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”, 1964. Ed. Paidos

SEGUNDA JORNADA ANUAL DE TRABAJO
“Los Fundamentos de la Praxis Psicoanalítica”
21 de noviembre de 2014

Co-incidencias… el curso de la repetición
María Fernanda Manrique
El trabajo intenta ilustrar la cuestión del concepto de repetición y su recorrido desde la concepción freudiana hasta el despeje de este concepto a partir de la enseñanza de Lacan en el Seminario 11, dado que: “Lo real es eso que yace tras el automatón, y toda la preocupación de Freud evidencia que su preocupación es esa” (Lacan, Seminario 11, p. 62). Momento en donde Lacan introduce la verdadera naturaleza de la repetición que se presenta en el análisis, ya no como el retorno de los signos ni como rememoración, sino como aquello en tanto se repite en ausencia.
Se toma el significante “incidencia” en su acepción de curso de un asunto para trabajar sobre la repetición desde su reflexión freudiana y para acompañar, a su vez, la viñeta clínica y lo que allí se presenta, orientado con la pregunta que subyace en torno a qué es lo que No cesa de No escribirse en el automatón.
Caso: (fragmentos de cuatro entrevistas)
L. llega a la consulta derivada por el Dr. del Centro de Obesidad y Clínica Médica, quien le indica realizar entrevistas en el área psicología, previo a la cirugía bariátrica.
En su primera entrevista, L. expresa: “ya empezamos por los dedos”, refiriéndose a que venían amputándole dedos de los pies, ante lo cual se le señala: “¿Usted y quién más?”. Sin obtener efecto. Prosigue con el recorrido de su historial clínico, contando una serie de síntomas en el cuerpo tales como dolores, diabetes, mencionando de esta última ser una enfermedad heredada de la línea materna (tanto su madre como su abuela presentaron la enfermedad). Su madre comienza con la diabetes a partir de su nacimiento y L. comienza el tratamiento cuando se da cuenta de que el proceso que su madre hizo en veinte años, ella lo estaba haciendo en cinco, agregando que fallece por problemas renales, acusando padecer (en el momento en que inicia el tratamiento)  insuficiencia renal. Allí se le señala. “¡Qué coincidencia!”, lo que hace detallar la exactitud con que ha perdido cada dedo al igual que su madre, lo cual lleva a L. a utilizar una silla de ruedas, ya que no puede estar parada ni pisar.
Al significante “obesa” lo ubica ya en su nacimiento, agregando que en su niñez parecía (imaginariamente) un monstruo, aunque indicando que la obesidad no había sido un problema para ella. Cuenta haber sido fumadora y que sabía que una vez llevados cuatro meses de abstinencia, se corta la dependencia.
En la segunda entrevista, se presenta con acentuación de los dolores por los cortes, mencionando un importante desgano, sumado a nuevos síntomas: neuropatía “sensación de pinchazos”, náuseas, etc. Por otro lado, menciona su situación actual con el marido, con quien convive y son amigos, pero ya no funcionan como pareja, estando separados hace más de un año. Respecto de la figura paterna menciona que siempre quiso conseguir su afecto no logrando el propósito ya que su hermana era quien lo obtenía. Hermana adoptiva que fue pedida, buscada y nombrada por L., quien expresa: “cuando llegó mi hermana, el tema era compartir para dos”, ante lo cual se le señala: “¡compartir parados, no suena igual!”. Corte de la entrevista.
En la tercera entrevista, se manifiesta angustiada durante el transcurso de la misma. Habla en tercera persona acerca de su propio ser, señalándose en cada caso, llegando a decir: “la capa de grasa impide que alguien salga”. Se corta la entrevista, no sin comunicarle que el atravesamiento de esa grasa no es sin costo.
En la cuarta entrevista, L. menciona: “dentro de todo no he perdido agilidad”, lo cual deja traslucir que se trata de pérdidas (nótese la relación con el síntoma “desgano” ), esto  luego de contar que le fueron amputados tres dedos más de otro pie, lo cual hace que deban trasladarla desde la silla a cada lugar. Comenta que su madre era quien le sostenía el brazo para cuando la canalizaban en otra internación (obsérvese la resonancia con la sensación de pinchazos), irrumpiendo en angustia, agregando que cuando su madre se separa de su padre, pierde el objetivo. Acto seguido expresa a la manera de una significación aliviadora: “soy como el ave fénix, toco fondo y hago pie”. Al final de la entrevista, advirtiendo su dificultad para hacer pie, su analista la toma del brazo y le dice: “yo la sostengo”.
Se toma del título el significante “incidencia” para señalar el curso del asunto, en este caso de la repetición, que va desde la rememoración hacia lo que yace tras el automatón, enlazando con “co-incidencia” que es el significante que se escucha tras el relato, que a su vez implicaría la presencia del A (gran Otro) en la escena en que aparece el semblante materno portado por la practicante.
Podría despejarse entonces, de la repetición a la manera de rememoración con el retorno de los signos, el punto en que L. relata este “programa silencioso” (García G., 2014) que llevaría a un solo lugar, en este caso a la muerte, en el recorrido casi exacto de la enfermedad y el destino al que tendería. Respecto de esto Freud dice “…el analizado no recuerda nada de lo olvidado o reprimido, sino que lo vive de nuevo. No lo reproduce como recuerdo, sino como acto; lo repite sin saber, naturalmente, que lo repite.” (Freud, Obras completas, Tomo 12, p.1684).
Lacan escribe: “La repetición aparece primero bajo una forma que no es clara, como una reproducción, o una presentificación, en acto” (Lacan, Seminario 11, p. 58); en el automatón se repite en ausencia. Lo dicho entrelíneas, lo que yace tras esta repetición sintomática, es la tyché, el encuentro con lo Real, que se precipitaría en los tropiezos e interferencias del discurso. Se podría inferir que lo que se repite en ausencia, aquello que No cesa de No escribirse, es esa figura materna que encarna la presencia del analista en el acto en que sostiene a L. del brazo, portando a su vez un semblante materno, repitiendo la escena relatada en donde su madre la sostiene en el momento en que recibe los pinchazos de canalización. Escena que podría simbolizar muy bien ese “estar tomada por una madre”, tomada a su vez para ser pinchada. Ese término se hace presente y remitiría al estrago materno que subyace tras el texto de L., dado que pareciera estar atrapada en esa identificación al punto de encontrarse finalmente en la misma situación, tras su separación (fallida por cierto), no pudiendo sostenerse ya en aquello que hacía y ha dejado de funcionar (trabajar, pasar tiempo de recreación, etc.).  Brindando además un indicio de que la interrupción de las entrevistas podría haberse efectuado, por portarse este semblante materno, del cual L. pareciera no desprenderse. Se infiere esto último, teniendo en cuenta que había una intención respecto de L. de cortar la dependencia de otro objeto (oral), el cigarrillo, habiéndolo logrado, no sin mencionar en reiteradas oportunidades, que siempre lleva consigo en su cartera un encendedor.
Respecto del estrago que resuena en la serie que se escucha sin escribirse en el texto de L. podrían pensarse los “cortes” como aquello que implicaría una separación, separación presentificada en el cuerpo, fragmentándose en las amputaciones a las que hubo de ser sometida L. Pareciera evidenciarse una dificultad (que se oye en el recorrido de las entrevistas), respecto de realizar una verdadera separación tanto del objeto de amor, del objeto oral, como del materno, no pudiendo realizarse el corte de esos lazos.
Se encuentra además, en la detención de las entrevistas preliminares, la prevalencia del beneficio secundario de la enfermedad al decir de Freud, goce para Lacan, no habiéndose regulado, sino manteniéndose en la literalidad de la repetición de la enfermedad materna, ya prevista en función de la discontinuidad de la asistencia a las entrevistas pautadas, dado que L. asistió en la medida en que su cuerpo (avanzado en la enfermedad) se lo permitía. Se realizó el recorte en función del concepto elegido enmarcado dentro del eje “Vigencia de los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”, por lo que quedan pendientes preguntas respecto de las intervenciones y actos, de la instalación de la transferencia y la interpretación. Culmino el trabajo pensando, realizando las siguientes preguntas: si bien el semblante portado por la analista en posición de madre, pudo haber precipitado la interrupción, ¿podría suponerse un efecto sobre L., el haber cortado el lazo incipiente con la practicante? Esto enlazado a otra pregunta ¿haría falta la instalación de la transferencia para que “el corte” del tratamiento hubiera tenido efectos subjetivos sobre L.? El hecho de que L. haya tomado las entrevistas, ¿haría la diferencia entre la vivencia materna y su repetición?

Bibliografía:
Freud, S., “Recuerdo, repetición y elaboración” en Obras Completas, Tomo N° 12, Bs. As., Siglo Veintiuno, 2013.
García, G., “Texto establecido de la Conferencia ‘Psicoanálisis en la Argentina. Notar su historia’ en Acto de entrega del Título de Dr. Honoris causa de la Universidad Nacional de Córdoba” en Revista Exordio N° 6, agosto 2014.
Lacan, J., Seminario 11: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, Capítulos IV y V, Bs.As, Paidós, 1987.


Lo real y lo simbólico entre los meollos del trauma y la repetición
 Nicolás Katzer
Los conceptos de trauma y repetición son examinados en este trabajo a partir de la  orientación por lo real que se desprende de la enseñanza de Lacan. En su Seminario 11 nos propone ubicar al psicoanálisis en el marco de una praxis, y define a esta como una acción que trata lo real mediante lo simbólico. Pero entonces, ¿Cómo se relacionan estas dos dimensiones en la experiencia psicoanalítica? Esta pregunta será el hilo conductor de este trabajo, a partir de los desarrollos de Lacan en dicho seminario sobre el trauma y la repetición.
En primer lugar podemos plantear que hay un antes y un después de aquel texto princeps freudiano “Más allá del principio de placer”. En efecto, a partir de 1920, la noción de inconsciente queda íntimamente ligada a la compulsión a la repetición. Freud comprobó, mediante su observable clínico, la paradoja a la que están sometidos aquellos sujetos aquejados de neurosis traumática. Estos sujetos manifestaban revivir en sueños, de manera repetitiva, aquel episodio traumático del que habían sido víctimas, poniéndose en evidencia que este tipo de neurosis no cumple con los mandatos y los programas del principio de placer.
Y Lacan nos señala la vía que adoptó Freud para resolver esta cuestión: los sujetos intentan con estos sueños ligar la energía, para dominar el acontecimiento traumático. Ligar la energía supone el intento de inscripción, de ciframiento del aparato psíquico, para que luego haya deslizamiento significante.
De esta manera, podemos decir que el trauma es para Freud: un hecho sin dicho, una excitación sin palabras, situaciones todas que presentifican la dificultosa relación entre lo real y el lenguaje.
En este sentido, y siguiendo a Mauricio Tarrab, todos los hechos son hechos de lenguaje excepto el trauma, por lo que el trauma es unas de las vías posibles para el encuentro con lo real en la experiencia psicoanalítica. El trauma supone que hay algo que nunca termina de inscribirse en el aparato, nunca es posible transformar la cantidad en pura cualidad (en términos freudianos).
Este resto, imposible de resolver, de asimilar o de absorber en la cadena significante, obliga al aparato psíquico a seguir trabajando. Y en esta continua y laboriosa actividad del aparato, el concepto de trauma empalma con el de repetición. La repetición no consigue ligar toda la energía, fracasa en su objetivo, y esto obliga a repetir constantemente.
Lacan en el Seminario 11, particularmente en las clases sobre la repetición, nos va a decir: “Ahora tenemos que detectar el lugar de lo real, que va del trauma al fantasma -en tanto que el fantasma nunca es sino la pantalla que disimula algo absolutamente primero, determinante en la función de la repetición-; esto es lo que ahora nos toca precisar”.
En efecto, ¿Dónde encontramos ese real? Se pregunta Lacan. Y se responde: en un encuentro que se escabulle por estar fuera de lo simbólico.
Aquí Lacan hace de la tyché el encuentro con lo real. Un real que se sitúa más allá del automatón, del retorno de los signos, a lo que somete el programa del principio de placer. Y el encuentro con lo real en psicoanálisis tiene nombre: el trauma.
El trauma supone siempre una contingencia, un encuentro imprevisto y azaroso, pero con una particularidad específica: para que sea trauma tiene que ser un acontecimiento con una implicación subjetiva; es decir, ¿Por qué el trauma es un acontecimiento que implica al sujeto?  Porque se trata de un goce sexual subjetivo sin saber sobre la sexualidad.
En otras palabras, los seres humanos no contamos con la respuesta automática del instinto. Nos vemos precisados a encontrar respuestas particulares para poner en juego el goce sexual a partir del encuentro con el Otro barrado, en tanto enfrenta al sujeto con lo inasimilable del goce a lo simbólico.
Así Freud, en la “Conferencia 32: Angustia y vida pulsional”, nos va a decir: “Solo la magnitud de la suma de excitación convierte a una impresión en factor traumático, paraliza la operación del principio del placer, confiere su significatividad a la situación de peligro.”
Pero cabe esta pregunta ¿de dónde proviene este peligro? Freud, en la mencionada conferencia, expresa que el peligro, por más que se perciba como externo, es siempre un peligro interno, es el temor a la propia libido; es un peligro determinado por el encuentro del yo con una exigencia libidinal hipertrófica, dice Freud. Y además agrega, lo cual constituye un señalamiento clínico incalculable, que la formación de síntoma es un modo de tratar, de ligar psíquicamente la exigencia pulsional, es modo de satisfacción pulsional.
De esta manera entra en la escena la pulsión, ese real subjetivo que hace de un acontecimiento, un acontecimiento traumático, en tanto la pulsión por definición –como fuerza constante- es en sí misma traumática, y la neurosis, un intento de resolverla, de tratarla.
De esta manera, trauma y repetición convergen en Lacan, y a la altura de su Seminario 11, en una relación siempre problemática, siempre fallida, entre lo real y lo simbólico, dejando en evidencia las paradojas de una relación, o bien, de una no relación entre estas dos dimensiones.    
Para finalizar, transcribo un párrafo de la novela de García Márquez, Cien años de soledad, que espero, ejemplifique lo que se intentó desarrollar en este trabajo: “Fueron dos novios dichosos entre la muchedumbre, hasta llegaron a sospechar que el amor podía ser un sentimiento más reposado y profundo que la felicidad desaforada pero momentánea de sus noches secretas. Pilar, sin embargo, rompió el encanto. Estimulada por el entusiasmo con que José Arcadio disfrutaba de su compañía, equivocó la forma y la ocasión, y de un solo golpe le echó el mundo encima. “Ahora sí eres un hombre”, le dijo. Y como él no entendió lo que ella quería decirle, se lo explicó letra por letra: “Vas a tener un hijo”. José Arcadio no se atrevió a salir de su casa en varios días”.

Bibliografía
Freud, S. (1920). “Más allá del principio del placer” en Obras Completas, Tomo XVIII, Bs. As., Amorrortu.
Freud, S. (1933). “Conferencia 32: Angustia y vida pulsional” en Obras Completas. Tomo XXII,  Bs. As., Amorrortu.
Lacan, J. (1964). Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Bs. As., Paidós.
Tarrab, M. (2008). La fuga del sentido y la práctica analítica, Bs. As., Grama ediciones.

Encuentros y desencuentros, o la aporía del significante
Damián Fernández
Pensar el Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis como momento bisagra en la obra de Jacques Lacan supone para nosotros la apertura de nuevos campos de exploración de la práctica analítica, y la producción de nuevos interrogantes pero, tal como lo anticipara Lacan en el capítulo primero, el modo de interrogar la experiencia dependerá del status conceptual que se le dé a esos cuatro términos freudianos introducidos como conceptos fundamentales (Inconsciente, Repetición, Transferencia y Pulsión).
Y aun dirá más, ya que se trata -aquí vemos un gran empeño- de dilucidar el modo en que estos conceptos entran en relación con la función del significante y su estructura, para ver así el valor operatorio que tendrán estos cuatro conceptos.
Nos encontramos pues ubicados en el punto mismo de una referencia novedosa respecto de la enseñanza que le precede, en tanto se puede señalar una suerte de encuentro (entre significante y concepto); en términos de Lacan, la revalorización de la palabra, ¡solo se trataba de una referencia propedéutica!
Señalemos entonces algunas referencias para pensar el destino de tal propedéutica.
El abordaje de los conceptos implica para Lacan una aproximación propia del cálculo infinitesimal, y solo un salto permitirá cobrar forma acabada, finita, al concepto. Cómo podemos entender ese salto es lo que nos convoca.
Evocar en principio el valor de la hiancia como causa de la aprehensión conceptual puede orientarnos, si la hiancia la entendemos, con Kant, como concepto inanalizable por medio de la razón, ya que en todo caso siempre quedara cierta hiancia (testigo, ‘nuestro’ inconsciente, y su dimensión de no realizado). Ahora bien, este desencuentro nos remite a un encuentro previo, en tanto Lacan ubica allí, en el dominio de la causa, la ley del significante en su función de corte. El inconsciente en tanto pulsátil, puede ser pensado a partir de estas coordenadas, como veremos.
Se dibuja un horizonte de encuentros y desencuentros.
De los desencuentros, contamos con los saberes relativos al inconsciente como aquello que se estructura como un lenguaje (metáfora y metonimia).
La versión neurótica literaria figurada en el siguiente fragmento necesariamente anónimo acaso lo represente:
“Hubiese querido tener algo que decir, y así darle contenido a ese vacío. Por momentos estaba convencido de triunfar en la empresa, hasta que lo hacía, decía, para luego notar que necesariamente no podía hacerlo.
Me ocupé de eso en varias oportunidades, repetidas veces, ya que no aprendía de lo imposible, -o- no quería aprender, anhelando hacer de la ausencia algo nominal, a sabiendas del engaño, obstinado a moldear lo inefable, inefable…
Deseé entonces morir en mis intentos, para poner un punto final al asunto. Pero un día la muerte llegó y ME TOMÓ POR LA ESPALDA. ¡Gran estupidez! no era el momento. Nunca era el momento.”
Pero si tejemos allí la dinámica sexual en los campos del sujeto y el Otro -Otro como lugar de la cadena significante que transforma al mero viviente en el llamado a la subjetividad-, tras la manifestación de la pulsión, hallaremos el segundo testigo de nuestro encuentro, siempre que entendamos la pulsión como parcial respecto de una totalidad de la tendencia sexual a cargo de la función de la reproducción, es decir, la pulsión que no es la propia sexualidad, sino aquella sexualidad que inaugura la vía de la falta en el sujeto, y que no se satisface en ningún objeto en particular (y sin embargo se satisface).
Se trata de una superposición de faltas; digamos que la primera remite a un encuentro (entre el concepto y la estructura de hiancia misma del significante) y la segunda a un desencuentro (con el objeto).  Para este último es necesario destacar aquella falta real, lo que pierde el viviente, y la libido como órgano esencial, para comprender la pulsión articulada a un real, tal como Lacan la piensa en el capítulo XVII de este seminario.
En fin, con todo, vemos surgir de la estructura del significante y de su función de corte, como función topológica de borde, dos operacionalizaciones en el concepto de pulsión y en el de inconsciente. En el primero, tomando en cuenta sus elementos, caracterizarla respecto de una fuente recortada en una estructura de borde (zona erógena) no carecerá de utilidad, en tanto la dimensión del cuerpo será recortada. En el segundo, la consideración de su característica pulsátil nos volverá a la sexualidad, articulada ahora a lo real de un objeto en falta, y entonces a una realidad sexual del inconsciente.
Quizá con esto podamos ahora dar cuenta del salto al concepto, y de la aporía que significa pensar el desencuentro provocado por un encuentro lógicamente anterior.

Fuentes bibliográficas:
Lacan J.,  El seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
Mazzuca, R.  y otros. Psicoanálisis y psiquiatría. Encuentros y desencuentros.


EL NIÑO COMO SUJETO
Viviana Vallone
El concepto de sujeto desde la teoría lacaniana no es el individuo, definimos sujeto como algo que se produce en el individuo en tanto ser hablante, como un lugar vacío donde va a ir apareciendo a partir de su apropiación del lenguaje y el lugar que va a ocupar para el deseo del Otro.
Desde un comienzo Lacan sostiene que, a nivel de estructura, el niño se encuentra en posición de objeto de la madre y solo retroactivamente es posible comprobar si hubo un traspaso de la posición de objeto a la posición de sujeto. Señalando a esta posición como inicial y válida para todos los seres humanos, en la cual el niño se sitúa como objeto del Otro; es decir que inicialmente no hay sujeto, para nacer en cuanto sujeto es necesario tomar distancia del Otro. Lacan nos lo explica a partir de un modelo topológico: divide este proceso en dos tiempos, dos modos de relación entre el sujeto y el Otro que ha llamado “alienación y separación”.
El lenguaje proviene del Otro, preexiste al nacimiento del niño, Miller dice que el sujeto es más hablado que hablante: “Que llegue a ser hablante tendrá que verse, es necesario aún que consienta en ello. Pero de todos modos, hable o no hable, por el solo hecho de que se habla de él está determinado por el lenguaje” (Miller; 2011: 108).  Es el discurso que tienen los padres sobre su hijo aun antes de que nazca, le eligen un nombre, le preparan un lugar que incluye el cuarto, la cuna, el ajuar, sus expectativas y deseos, es todo esto lo que provoca el surgimiento del sujeto, el sujeto queda petrificado en el significante proveniente del Otro, teniendo presente que un significante es aquello que representa a un sujeto para otro significante.  Cito a Lacan: “Al producirse en el campo del Otro, el significante hace surgir el sujeto de su significación. Pero solo funciona como significante reduciendo al sujeto en instancia a no ser más que un significante, petrificándolo con el mismo movimiento con que lo llama a funcionar, a hablar, como sujeto¨ (Lacan; 2013: 215). La primera operación que funda al sujeto es la alienación. “La alienación consiste en ese vel que condena al sujeto a sólo aparecer en esa división que he articulado lo suficiente, según creo, al decir que si aparece de un lado como sentido producido por el significante, del otro aparece como afanisis” (Lacan; 2013: 218). Esto quiere decir que al mismo tiempo que el sujeto queda petrificado en el significante proveniente del Otro, se produce su borramiento, su desaparición.
Es importante distinguir el S1 solo como identificación fundamental que está por fuera de la cadena del S1 que se articula a otro significante. Si tomamos la perspectiva del S1 como rasgo unario, como trazo, podemos alcanzar la singularidad, lo singular es diferente de lo particular ya que no tiene relación con lo universal, Lacan lo articula al concepto de síntoma haciendo referencia a la modalidad de satisfacción pulsional, al goce singular de cada uno.
En  la alienación hay una elección preferencial que lleva a una pérdida, dice Lacan: “ Si escogemos el ser, el sujeto desaparece, se nos escapa, cae en el sin-sentido; si escogemos el sentido, éste sólo subsiste cercenado de esa porción de sin-sentido, que hablando estrictamente, constituye, en la realización del sujeto, el inconsciente” (Lacan; 2013: 219). Mientras este primer tiempo se basa en la reunión, el segundo tiempo de separación se basa en la operación de intersección o producto, el Otro se revela como faltante haciendo aparecer en el niño la pregunta ¿Qué me quiere?
Dicho de otro modo,  el padre tiene la función de separar al niño de su Otro materno, produciendo la operación de separación entre ella y el niño como objeto, se pone en juego el goce de la madre que va en dirección de reintegrar su producto, al hacerlo, el niño pasa de la posición de objeto a la posición de sujeto, como sujeto dividido del lenguaje y sujeto del deseo causado por el objeto perdido.
Articulamos sujeto,  estructura y desarrollo
Para Miller lo destacado en la obra de Lacan ha sido demostrar que dentro del campo del lenguaje, el desarrollo cede su lugar a la historia, es decir que el proceso mismo incluye un sujeto en el sentido que subjetiva dándole un sentido a cada hecho ocurrido. Miller en su libro Estructura, Desarrollo e Historia, toma como punto de partida los conceptos de diacronía (tiempo cronológico) y  sincronía (tiempo lógico), en oposición.
¿Qué no va para nosotros en el concepto de desarrollo?
Las posibles respuestas a las preguntas expresadas por Miller fueron:
Que implica un progreso finalizado.
Que supone una ampliación del menos al más.
Que nos hace pensar en términos de déficit.
Que supone la existencia de estadios.
 “No podemos escapar fácilmente de la perspectiva del desarrollo, no podemos impedir el hecho de que también tratamos a un individuo que crece, que no es una ilusión total pensar que hay un bebé, el niño que no habla, el niño que habla, el adulto. Podemos decir que eso lo descartamos en nuestra perspectiva, pero como relacionarse con esta dimensión no es tan fácil. No se trata de dos conceptos excluyentes, sino más bien de dos perspectivas: la perspectiva del desarrollo y la perspectiva de la estructura en cuanto se articulan en la experiencia.”  (Miller; 1999: 39)
Por esas razones (finalización, normalización, ampliación, términos de paradas, déficit, estadios, ideal) el desarrollo es un concepto que Lacan ha criticado como no perteneciente a la conceptualización analítica propia. Lo ha criticado a partir del concepto de Historia, Lacan dice: “La historia sigue a contratiempo del Desarrollo.”
Si representamos el desarrollo según un vector temporal, que va de menos a más, lo que significa la frase de Lacan es que la historia ocupa el vector retroactivo, es decir una vez vivido tal evento, según el vector temporal que va de antes a después, es ulteriormente que ese evento o este logro del desarrollo encuentra su sentido. Por eso, cuando se produce el evento, se puede producir como traumatismo. El traumatismo es siempre algo separado de su significación, es siempre como una x, un punto de interrogación: es en el transcurso del tiempo que se encuentra significado y re-significado. Se piensa el relato no como objetivo, no de un relato completo, exhaustivo de los hechos sino de la re-significación histórica de lo ocurrido. El sentido no aparece como un elemento fijado de una vez para siempre.
Sabemos que entre un evento que se produce y su sentido hay siempre una hiancia. Si tomamos el concepto de trauma, éste designa un acontecimiento personal en la historia del sujeto y que resulta subjetivamente importante por los afectos penosos que puede desencadenar. La acción del trauma supone la existencia de por lo menos dos escenas, la segunda escena de apariencia anodina, y ocurrida después de la pubertad, evoca por algún rasgo asociativo, la primera. Lo importante es que el trauma inicial recién deviene traumático a partir de la segunda escena. Es el recuerdo de la primera el que desencadena un aflujo de excitaciones que desbordan las defensas del yo. Entonces descartamos una simple sucesión cronológica dando lugar al efecto de retroacción característico del lenguaje.
La particular articulación entre estructura y desarrollo se observa en el acceso mismo del lenguaje, es erróneo pensar que el niño primero aprende las palabras y después el armado de frases y luego la construcción de un párrafo. El aprendizaje del lenguaje no va de lo más simple a lo más complejo sino que el niño tiene un manejo anticipado de estructuras gramaticales complejas del lenguaje. Para caracterizar esta relación Lacan toma dos conceptos de la lingüística estructural: diacronía y sincronía, para referirse a la sucesión temporal y las relaciones de simultaneidad. Este tipo de relación vale para la articulación entre estructura del lenguaje y desarrollo individual, la estructura regula el desarrollo y determina sus fases, y es sincrónica, es decir que está presente desde antes que surja el sujeto como uno de los efectos de la estructura del lenguaje.

Bibliografía:
Lacan, J., (2013), Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós.
Miller, J-A., (1999), Estructura, Desarrollo e Historia, Santafé de Bogotá, Gelbo.
Miller, J-A.. (2011), Los signos del goce, Buenos Aires, Paidós.

Despertar… a un deseo                                              
Celina Coen
El presente trabajo intenta hacer un pequeño recorrido por el planteo de Lacan en el Seminario 11, sobre el deseo del analista. Y articularlo con una frase de Miquel Bassols, quien dice que: “el deseo del analista, es el deseo de despertar al sujeto de aquel sueño de la razón…”, atravesando asímismo el sueño que retoma Lacan del Capítulo VII de “La Interpretación de los Sueños”, de Freud.
1. Deseo del analista
Habiendo transcurrido la lectura del Seminario 11, se advierte cómo comienza y finaliza Lacan el mismo. En el primer capítulo, iniciando el seminario se pregunta: “¿Cuál es el deseo del analista? ¿Qué ha de ser el deseo del analista para que opere de manera correcta?”  Y, en el último capítulo da una respuesta a ello: “El deseo del analista no es un deseo puro. Es un deseo de obtener la diferencia absoluta” .
Entre la primera y la última clase va ir desplegando esta temática, ubicando al deseo del analista como un concepto operatorio, un lugar donde el analista se ubica e irá articulando el deseo del analista con el inconsciente. Miller señala, que Lacan indica que el estatuto que puede darse al inconsciente no es ontológico sino que es ético, por lo tanto su existencia depende de un deseo, es solamente el deseo del analista el que puede hacer existir al inconsciente.  
Lacan va a postular, diferenciándose en cierta medida de Freud, que el analista forma parte del concepto de Inconsciente.
Es interesante la reflexión que hace Ana Jerez, quien articula la función del deseo del analista con los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Dice: “me pregunto si la función del deseo del analista no es lo que posibilita la articulación de los cuatro conceptos dentro de la cura analítica, en tanto hace existir al inconsciente a través de la interpretación para barrer la repetición y a través de la transferencia alcanzar la pulsión…”
2. Despertar
Lacan desarrolla en el Seminario 11, un sueño presentado por Freud en el Capítulo VII de “La Interpretación de los Sueños”. Su verdadera fuente le es desconocida. El sueño fue relatado por una paciente suya, el cual escuchó en una conferencia sobre los sueños. El mismo trata sobre un padre que se acuesta en la habitación contigua a aquella en la que se hallaba su hijo recién fallecido. Un anciano quedó velando el cuerpo. El padre sueña que su hijo se acerca a la cama en la que se halla, le toca en el brazo y le murmura al oído: “Padre, ¿acaso no ves que ardo?”. Ante esas palabras, el padre despierta y observa un gran resplandor que ilumina la habitación vecina y al ir hacia allí encuentra que se ha prendido fuego una manga de la mortaja.
Miquel Bassols plantea que seguir durmiendo era para Freud el mayor deseo del sueño. Lacan hizo de este deseo -de seguir durmiendo- una posición fundamental del sujeto ante lo real . Lacan introducirá a partir de esto la metáfora del despertar: "En tanto el analizante sueña, el psicoanalista debe intervenir”. Nos preguntamos con Lacan: “¿Se trataría entonces de despertar al analizante?” .
Eduardo Abello menciona citando a Lacan que el despertar es un relámpago de lucidez con el que se sale del estado del dormir, dormir que es la realidad. Rescata intervenir mediante la sorpresa como interpretación analítica, que: “…con la sorpresa, la interpretación analítica apunta a un despertar, que es uno de los nombres de lo real. En el discurso analítico, el efecto de sorpresa tiende a lograr un despertar” .
Lucia D`Angelo , al respecto cita a Freud quien dice que despertamos para seguir soñando. Porque cuando despertamos en realidad a lo que despertamos es a la realidad, pero a una realidad organizada, la realidad psíquica organizada según el fantasma de cada uno. El deseo del analista, a partir de la interpretación o del acto, tiene como función despertar a lo real y producir un deseo de saber sobre las condiciones de goce.
La paradoja es que nunca hay un despertar pleno a lo real. Solo se despierta fugazmente. El despertar verdadero, a lo real es imposible. Al respecto, Miller en Matemas, plantea que el analista persigue el inspirarle al analizante el duro deseo de despertar. “El deseo del analista es el deseo de despertar, pero solo en tanto que él lo testimonia con su presencia…”. Es decir, siguiendo a Abello, deseo de revelar algo que sorprenda al sujeto, y a su vez ser agente de la presencia de la dimensión de lo real en la sesión.
Pierre Naveau en un texto preparatorio para el IX Congreso de la AMP: “Un real para el siglo XXI”, dice que “no se trata del psicoanalista sorprendido del que habla Théodore Reik, sino del analista sorprendente y -la palabra es de J.-A. Miller- del analista ‘sorprendedor’” .


La experiencia psicoanalítica en instituciones.
Fisuras entre Psicoterapia y Psicoanálisis
Daiana Aguilera - Gimena Garibotti
Acudimos a una época en la que abunda un sinfín de psicoterapias que prometen que “la felicidad” es posible mediante un programa del “bien universal”. Este bienestar al que apuntan se dirige básicamente a la adaptación en la sociedad. Los ideales del mundo actual se reducen a uno: el ideal del funcionamiento eficaz, cada uno de nosotros debe funcionar perfectamente, como un engranaje, en esta maquinaria que sostiene el mundo (incluso los psicoanalistas).
En este sentido, las instituciones desde antaño -de hecho han sido creadas con ese único fin- mantienen un discurso que apela a la norma, al orden, siempre en un intento de acallar lo que se desvía de ese orden igual para todos. Sin embargo, como bien lo expresó Freud en “El Malestar en la cultura” (1929), las normas también fallan y más aún, cuanto más opresión la sociedad intenta imponer más es la trasgresión que provoca.
Frente a esto, las psicoterapias saben de la exigencia de ser productivo del discurso del Amo e intentan responder a esta demanda. De este modo, han surgido diversas terapias alternativas que intentan un tratamiento específico para cada nuevo síntoma que florece como forma de respuesta al malestar en la cultura actual. Comunidades y redes solidarias para anorexia, bulimia, adicciones, ataques de pánico, estrés, fracasos escolares, síndrome de hiperactividad, delincuencia, no hacen más que acentuar el aislamiento y la soledad, porque proponen la igualdad entre sí, pero la gran diferencia con los demás. De esta forma, quien queda afuera es el mismo sujeto, porque se cierra el circuito de la interrogación por lo que le sucede y por la responsabilidad que juega en su propio deseo.
Entonces, el trabajo en instituciones adquiere esta particularidad, cada persona que la conforma se hace eco de este discurso ordenador, ya sea tanto en instituciones escolares: “quiero que veas a tal alumno/a porque no estudia y no hace nada en el aula”, como también en instituciones de la salud, se consulta ya sea por terceros o por la misma persona “vengo porque me mandaron de la escuela”, “¿cómo hago para ponerle límites a mi hijo?”, “tengo mucha ansiedad, por eso vengo para que me digas qué tengo que hacer”, todas estas demandas adquieren, al mismo tiempo, el distintivo de la época: que “se corrija” el malestar de forma inmediata, que sea una terapia lo más corta posible. Es decir, que más allá de las directrices de la misma institución, las mismas personas consultan invocando a través de nosotros/as al Otro.
Pero como expresa el mismo Lacan: “a fin de cuentas ¿qué lleva al paciente a recurrir al analista para pedirle algo que él llama Salud, cuando sabemos -la teoría lo dice- que su síntoma está hecho para procurarle ciertas satisfacciones?” (Lacan, Seminario 11, p. 144). Esta misma persona que viene con su sufrimiento a cuestas, es la misma que consulta a un terapeuta, la diferencia es que éste, portador del discurso del Amo, le promete una ilusión, “la psicóloga me estaba enseñando a controlar la agresión”, expresó un paciente de 11 años, luego de relatar todo su prontuario de golpizas a compañeros en la escuela.
¿Acaso es esto posible? El creador del psicoanálisis ya había podido apreciar a través de sus pacientes que el acceso a la felicidad eterna desterrando todo síntoma es imposible, quienes una y otra vez y de distintas maneras, expresaban sus pesares. Es por ello que escribe “Totem y Tabú” (1913), para manifestar, entre otras cosas, que la felicidad existe pero sólo en un mito. En este sentido, “el psicoanálisis de orientación lacaniana, antes que erradicar el síntoma, busca esclarecer su función. Toma en consideración al síntoma como una respuesta que el sujeto ha encontrado para hacer frente a lo real, a lo imposible” (María Hortensia Cárdenas, Del Psicoanálisis y las Psicoterapias).
Pero, ¿Qué es lo que lo hace imposible? ¿Qué es esta desdicha del sujeto? A. Aflalo nos enuncia: “El sujeto vive en un mundo de lenguaje que lo exila de su goce. Por el hecho de que habla, el ser hablante está dividido en relación con su goce. La desdicha, entonces, no está en la sociedad, en la cultura, es un efecto de lenguaje” (A. Aflalo,  Las psicoterapias y el psicoanálisis) o en todo caso, la sociedad misma es efecto del lenguaje, al igual que el sujeto.
Obturar esta división del sujeto, es la concepción de felicidad promovida por todas las psicoterapias. Se basan en el supuesto de que hay una relación directa entre el sujeto y la cultura, es por ello que apelando a la “cientificidad”, intentan re-adaptar al sujeto y en esta operación ubica la felicidad.
Es sumamente importante que el psicoanalista tome posición en el debate. De esta forma, mientras que las terapias plantean una escala del bien general, el psicoanálisis apunta a la diferencia absoluta, a una particularidad de cada sujeto con su goce. En este movimiento es que el psicoanálisis no prejuzga jamás sobre el bien del sujeto. Debe tomar posición en su misma praxis, tal como expresa Lacan en el Seminario 11: “es un momento muy significativo, el de la transmisión de poderes del sujeto al Otro (…) el lugar de la palabra, virtualmente, el lugar de la verdad” (p. 135). Esto significaría que el posicionamiento que debe tomar el psicoanalista es no responder a la demanda como representantes de un orden cultural, correrse del lugar de sujeto supuesto saber, como si tuviéramos la receta del buen actuar.
En este sentido, “Lacan mostraba que el término de curación es un indecible lógico en psicoanálisis. En esas condiciones no hay normas preestablecidas que valen para todos por igual sino advenimiento del deseo particular para cada uno. El deseo es salud, para retomar el aforismo de Miller” (A. Aflalo).
El psicoanálisis no se resume en un desplazamiento del síntoma como en todas las psicoterapias, tal como expresaba una madre en una entrevista que con la psicóloga que estaba viendo a su hijo habían desaparecido los miedos y las pesadillas que tenía, pero que ahora había empezado a golpearse a sí mismo. Por el contrario, el psicoanálisis, “trata el síntoma con el fantasma, con el fin de que el sujeto pueda dejar de poner en ello todo su ser (…)”. (A. Aflalo)
Mientras que las psicoterapias se despliegan en función de supuestos ideales sociales de adaptación e identificación comunitaria, el discurso del psicoanálisis produce su diferencia orientado por lo real del síntoma para cada uno. Es por ello que el análisis depende de la posición que adopte el analista, no del lugar donde se esté.
Se trataría de generar una nueva relación con el síntoma, operación que está en manos fundamentalmente del deseo del analista. Lacan designa este deseo como una: “función esencial (…) precisamente el punto que sólo es articulable por la relación del deseo con el deseo” (Lacan, Seminario 11, p. 243). Ahora bien: “¿qué ha de ser del deseo del analista para que opere correctamente”? (Lacan, Seminario 11, p.17).
Podemos afirmar que el deseo del analista no parte de ningún ideal de salud, es un deseo orientado por los conceptos fundamentales del psicoanálisis, que lleva al analista a partir de los dichos para ubicar en ellos al sujeto en el decir. Así, es este deseo el que permite ir más allá de la identificación, para llevar: “la experiencia del sujeto en el plano en el cual puede presentificarse, de la realidad del inconsciente, la pulsión”. (Lacan, Seminario 11, p. 282).
Nos interrogamos entonces, ¿qué se debe hacer para que esto sea posible, para que la demanda no termine en la vía de la identificación? El analista deberá desprenderse de sus propios ideales, del ideal del bien, de la cura posible, de La Felicidad, y es por eso que debe atravesar su propia experiencia psicoanalítica. A partir de ésta podrá emerger este deseo que permitirá sostener su compromiso social.
Compromiso social que tiene que ver con una posición ética de no vender falsas promesas y apostar a los efectos innegables que posibilita la experiencia psicoanalítica, así como a su potencial uso en diferentes ámbitos, en tanto inaugura un nuevo acto sostenido por lo simbólico pero más allá de las palabras.
Este posicionamiento del analista, permitiría al mismo tiempo, recobrar el espíritu revolucionario del psicoanálisis. Si bien esto no resulta nada fácil por estar dentro de instituciones, tampoco lo es por la proliferación de las ofertas psicoterapéuticas. Esta situación dilemática a la que nos enfrentamos hoy en día, sigue siendo la misma que vivió Lacan en el contexto de los años ´60, tal como enunciaba en ese entonces: “el analista (…) busca (…), seguridad en teorías que se ejercen en el sentido de una terapéutica ortopédica, que tienden al conformismo, que procuran al sujeto un acceso a las concepciones más míticas de la happiness (…) La escoria, en este caso, son los propios analistas, no otra cosa -pese a que el descubrimiento del inconsciente es todavía joven, y constituye una oportunidad sin precedentes de subversión-.” (Lacan, Seminario 11, p. 141).



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