lunes, 14 de marzo de 2016

CLASE DE CIERRE DEL SEMINARIO CLÍNICO 2015 MIGUEL FURMAN

Comentario sobre los capítulos V y VI del Seminario “Aun”
Noviembre de 2015, San Luis
 Capítulo V
La Otra satisfacción: Aristóteles y Freud
Estos dos capítulos que me corresponde comentar anticipan tres cuestiones que son deducidas del desarrollo del Seminario XX en su conjunto: el concepto del goce, el axioma lógico pero claramente clínico de: No hay relación sexual, y el goce femenino.
El programa que ustedes recorrieron y que hoy corresponde a la última clase fue ubicando el pasaje en lo femenino de la sexualidad a la sexuación.
En el capítulo V Lacan retoma el texto de Aristóteles  de la “Ética a Nicómaco” y recuerda cuestiones vinculadas a su seminario VI el seminario de “La Ética”
 Parte de una frase que le interesó de la Ética a Nicómaco donde se menciona las necesidades del ser que habla contaminadas por esta otra satisfacción, podríamos decir que habría en el campo del inconsciente estructurado como un lenguaje, es decir en el plano de lo simbólico, una oposición entre necesidad y satisfacción pero también una articulación con esa otra satisfacción, que es el campo del goce.
Miller propone una articulación entre el Seminario de “La Ética” y el Seminario “Aun” esclareciendo la perspectiva de un Aristóteles que él llama Aristóteles 1 en la Ética y un Aristóteles 2 en Aun, lo retomaremos luego.[i]
Lacan plantea que la traducción de la Ética a Nicómaco es prácticamente intraducible en francés y quizás en cualquier idioma, la traducción del texto griego es difícil de hacer, sin embargo plantea que en el discurso de Aristóteles hay algunas cuestiones que pueden destacarse y que se articulan con desarrollos y preguntas de Freud.
En el seminario de “La Ética” habría un pasaje de Aristóteles a Freud, según Lacan “la ética aristotélica es una ciencia del carácter”[ii] que implica que las acciones del sujeto, sus hábitos, su educación deberían conducir a un placer vinculado a un bien y a la búsqueda de una felicidad que está relacionada con la pertenencia del hombre a la naturaleza.
 Para Aristóteles, el hombre debe en su conducta  moral “evitar el vicio, la incontinencia y la bestialidad o la brutalidad”[iii] , también se plantea  si los incontinentes son conscientes o no de sus actos y si lo son de qué manera lo serían.
La virtud y la continencia se oponen al vicio, y separa la continencia y la perseverancia que son actitudes buenas y laudables, de la malicie y la incontinencia.
Es decir es una ética de la moral y del bien que tiene como sustrato la virtud heroica y divina, opuesta a la bestialidad y al vicio.
Según Miller en su comentario sobre esta perspectiva de Aristóteles que Lacan sitúa en su seminario de la Ética, “el campo de la bestialidad es apartado como perteneciente a lo monstruoso (teriotes),  la monstruosidad.” [iv]
Es decir deja de lado el registro de lo sádico y desde el punto de vista freudiano se podría decir que deja de lado el más allá del principio del placer y el campo del goce, excluido de la experiencia humana.
Aristóteles cree en la armonía y en la búsqueda de la felicidad y el bien, cuando el hombre se acerca a la naturaleza.
 Freud también en principio se articula con Aristóteles en el sentido de que el hombre con su deseo apunta al principio del placer, sin embargo Freud se diferencia de Aristóteles, y la experiencia analítica así lo demuestra, en el sentido de que no cree en las buenas costumbres del sujeto, ya que en el sujeto y en el mundo hay el más allá del placer y el malestar en la cultura, que impide que el hombre esté preparado para la felicidad.
En el seminario “Aun” Lacan comenta a Aristóteles desde otra perspectiva, sin dejar de lado lo desarrollado en “La Ética...” plantea algunas diferencias entre ambos relativas precisamente a la cuestión del placer.
En Aristóteles el placer es una energía (energeia) que implica una actividad que está de acuerdo con la naturaleza, el placer en Freud se relaciona con la excitación del aparato psíquico en términos de movimiento que estaría en función de apartarse, precisamente de esta excitación en exceso, para lograrse así un equilibrio homeostático.
Miller lo dice de esta manera “en lo que respecta al placer hay la prevalencia en Freud de ese gesto de evitación. Un cierto “no más”, para el placer, la instancia de un límite, de una barrera que preserva y que proyecta hacia adelante la zona del exceso” [v]
Lacan se pregunta respecto de la búsqueda de placer y la acción en Aristóteles que apunta a un supuesto bien y a una satisfacción, “¿en que los satisfacían semejantes artefactos?”, “¿en que habría habido falta respecto a cierto goce?”. [vi]
Es decir en esa prosecución del placer, algo falla algo no anda hay un exceso, un más allá del principio del placer, que es la dimensión del goce irreductible e ineliminable por ningún bien y por ninguna moral o felicidad.
Hay un salto en la enseñanza de Lacan a partir del seminario XX que Miller sitúa en el sexto paradigma del Goce.
 Es decir en el “aparato del lenguaje” en el inconsciente estructurado como un lenguaje, hay un goce articulado, “ese lenguaje se esclarece sin duda por postularse como aparato del goce” [vii]
Que la realidad se aborda con los aparatos del goce no implica que el goce sea anterior a la realidad en este punto es que Lacan se diferencia de Freud quien propone que el proceso del principio del placer es primario, que el yo del placer es primario respecto del yo-real.
Para Lacan esta propuesta lleva a un malentendido y un atascamiento y plantea que el niño está en relación directa al mundo exterior  que lo excita antes de hablar y plantea que, “a partir del momento que habla, a partir de ese momento con toda exactitud y no antes, admito que haya represión” [viii]
Es decir el principio del placer no es el primero y queda articulado al lenguaje y a partir de que el niño habla su satisfacción será del bla bla del lenguaje.
Para Lacan hay dos maneras de arreglárselas con el hecho de que no hay relación sexual, una manera macho que se vincula con el todo y una manera no-todo que sería el modo femenino.
El amor y la carta de amor, son modos de darle vueltas, de arreglárselas con el hecho de que no hay relación sexual.
Los modos de arreglárselas con, de suplir, el hecho de que no hay relación sexual son distintos para el macho que para la hembra.
Es decir hay dos maneras de fallar la relación sexual, la falla es la única manera de realización de la relación que no hay, y en esa falla se sitúa el objeto siendo la esencia del objeto, fallar.
El goce que hace falta que no haya implica que el goce no conviene a la relación sexual.
Lacan toma las categorías modales lógicas de lo necesario, lo contingente y lo imposible, para diferenciarlas respecto de la cuestión del goce y la relación sexual.
La categoría de lo necesario que implica lo que no cesa de escribirse o inscribirse.
La categoría de lo contingente lo que cesa de no escribirse.
La categoría de lo imposible lo que no cesa de no escribirse.
En la categoría de lo imposible se ubica la relación sexual que no cesa de no escribirse.
Respecto del goce se produce porque no hay relación sexual, es el goce fálico, lo esencial de la función fálica es que suple el no hay relación sexual.
Además Lacan señala que “si hubiera otro goce que el fálico, haría falta que no fuese ese” [ix]
Ese otro goce que no es el goce fálico ni el plus de goce representado por el objeto a, es el goce femenino que según Lacan la mujer calla, tal vez porque no lo conoce y es el que la hace no-toda.
El goce es reprimido uverdrangung por la represión primordial, es decir la represión es segunda respecto del goce, que es reprimido precisamente porque no conviene que sea dicho es decir hace falta que no sea dicho.
En este punto podemos decir que Lacan introduce una dimensión diferente de la metáfora que consiste en que el goce no calla y el primer efecto es que habla de otra cosa, es decir se trata de la metáfora como modo de metaforizar el goce, lo que demuestra una dimensión diferente a la conocida como simbólica de la metáfora, es decir, la sustitución de un significante por otro.
 Para Miller “Tanto Freud como Aristóteles filosofan esencialmente sobre el goce fálico el único que hay salvo aquel que está del lado mujer, es decir no hay un paralelo entre el goce fálico y el goce femenino. Lacan llama goce fálico a la cumbre del goce. Si se percibe que el goce fálico es la cumbre del goce autoerótico, nos damos cuenta porque es lógico oponerlo a la relación sexual. Esta lógica conduce a Lacan a asignar este goce fálico a los dos sexos”.
 El goce fálico es autoerótico y con él tienen relación ambos sexos y se distingue del goce macho que se vincula con el objeto a,  diferente también de lo femenino que tiene relación con el goce no-todo, con el significante del Otro barrado.
Finalmente el capítulo que comentamos termina planteando que del lado macho lo que suple la relación sexual que no hay es el objeto a, ocupa el lugar de la pareja que falta, y el lugar del fantasma.
En el lado de la mujer barrada está en juego otra cosa que suple la relación sexual que no hay y no es el objeto a sino que es un goce más allá del plus de goce, más allá del falo, es un goce suplementario, no-todo representado por el significante del Otro barrado.

Capítulo VI
Dios y el goce de L/A Mujer
En este capítulo Lacan comienza por definir esa otra satisfacción como la satisfacción de la palabra que en principio responde al goce fálico.
En la medida que entre los sexos, en el ser que habla, no hay relación sexual que se inscriba, solo puede enunciarse lo que suple esa relación que no hay. Como se ve en las fórmulas de la sexuación hay dos campos separados el lado masculino y femenino

              No hay relación sexual
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En el lado masculino se ubica el falo y el sujeto masculino tiene relación con el objeto a del lado femenino, en el lado femenino se ubica el objeto a y L/A mujer tiene relación con el falo del lado masculino y con el significante del Otro barrado de su lado.
Es decir lo que suple la relación sexual que no hay son los diferentes goces, el fálico, el plus de goce y el goce Otro.
Lacan marca una diferencia con Freud, respecto de la manera de concebir la relación entre los sexos.
Para Freud el Eros es producto de la fusión de los sexos que se transforma en Uno, el dos se vuelve uno, este mito vela el hecho de que no hay relación sexual.
Por otra parte el Uno de Lacan es el S1 del significante solo, que no representa al sujeto para otro significante, es también el S1 de lalengua.
Es el S1 que fundamenta el amor, el amor de transferencia y el sujeto supuesto saber, es decir aquel a quien le supongo saber lo amo.
Respecto de este punto es interesante remarcar que amor y odio están articulados y Lacan vincula el amor con la suposición de saber y el odio con la de-suposición de saber, esta última es lo que él considera una posición interesante para la lectura, es “la condición de una estricta puesta a prueba de la lectura, y es la que no esquivo” [x]
Para Lacan lo que se lee, es lo que por el lenguaje existe, es efecto de la erosión del lenguaje  y recuerdo aquí un párrafo de este mismo seminario que estamos comentando que tiene resonancia con esto: “De lo que se trata es de saber lo que, en un discurso, se produce por efecto de lo escrito” [xi]
En este punto es que considera el escrito filosófico, y lo que el discurso filosófico considera acerca del amor de Dios.
Lacan se diferencia: 1. de aquellos que suponían que entre la mujer y el hombre se ubica un Otro que parecía ser Dios, 2. de los que tienen una postura materialista y  que están en guardia frente a Dios y a la existencia del mismo, 3. de los teólogos, y de los que interpretaban que el Otro desarrollado en la Instancia de la letra estaría articulado a Dios.
Aquí Lacan trata de ubicar la existencia de Dios anudada a ese otro solo, ese S1 solo que se relaciona con el Otro sexo.
“Este Otro si solo hay uno solito, ha de tener forzosamente alguna relación con lo que aparece del Otro sexo” [xii]
De esta manera retoma la investigación del amor cortés que ya había tratado en su seminario de “La Ética”.
El amor cortés esta investigado en Lacan en varios seminarios y escritos, en todos se destaca la operatividad del amor cortés vinculado a la sublimación.
 Recordemos algunas precisiones acerca del amor cortés.
En el Seminario IV en la clase seis se habla del amor de la joven homosexual como amor cortés, este amor que vive pura y simplemente en la devoción, y que eleva a su grado supremo el apego del sujeto y su anonadamiento en la sexualidad, Freud parece reservarlo y no sin razón al registro de la experiencia masculina, es el amor que tiene la joven homosexual con la dama, es un amor elevado a un grado supremo, amor idealizado, donde se busca en la dama algo mas allá de ella misma.
En el Seminario VII hay un capítulo que se llama “El amor cortés en anamorfosis”.
La anamorfosis consiste en la deformación de un objeto o una pintura creando una ilusión y una deformación tal que se oculta la verdadera forma del objeto.
Hay un ejemplo de anamorfosis en la tapa del Seminario XI, el cuadro “Los embajadores” de Holbein es en un cuadro muy formal puntilloso que para la época era muy realista, donde están los dos embajadores y todos los objetos de ellos detrás en la biblioteca, aparece algo alargado que se ve abajo que es una deformación de una calavera extendida, es un dibujo de una calavera hecho en anamorfosis, en definitiva la deformación anamórfica vela la verdadera forma del objeto.
Podemos así explicar el título de este capítulo diciendo que el amor cortés es una forma anamórfica de relación a la mujer, es un modo de transformar el objeto femenino.
El amor cortés se puede fechar históricamente y surge en un momento determinado, en el siglo XI y se extiende hacia inicios del XIII sobre todo en Francia, Inglaterra y Alemania. Consiste en construcciones poéticas, literarias, artísticas, y musicales que hablan de la dama, es una forma de tratamiento de la mujer, que hasta ese entonces era un objeto de intercambio social y de maltrato.
En el Seminario XVI Lacan plantea que el amor cortés implica un ritual de aproximación a la dama, formas de acercarse en forma gradual a la dama hacia un goce domesticado, y casi sacralizado.
En el Seminario VII dice que era en suma un ejercicio práctico, un modo de jugar con cierto número de temas convencionales idealizantes,  que no podían tener un equivalente real concreto, sin embargo esos ideales en cuyo primer plano se encuentra la dama, vuelve a encontrarse en épocas posteriores incluso la nuestra.
El aspecto sublimatorio del amor cortés se caracteriza por hacer inaccesible a la dama, por poner una barrera entre el sujeto y la dama, crear un artificio, una ilusión de que el objeto femenino esta vaciado de toda sustancia real.
El amor cortés resalta y exalta el carácter ideal del objeto real femenino. Es la época de las preciosas, donde la mujer  hasta ese momento ubicada como objeto de maltrato, de súbdita, o de objeto de intercambio social, es elevada en la época del amor cortés a la dignidad de una dama.
Volviendo al Seminario XX, se define el amor cortés como “una manera refinada de suplir la ausencia de relación sexual, fingiendo que somos nosotros los que la obstaculizamos”. “Es para el hombre cuya dama era enteramente, en el sentido más servil, su súbdita la única manera de salir airosos de la ausencia de relación sexual” [xiii]
Ahora Lacan quiere avanzar respecto de la cuestión filosófica del ser, por ejemplo si recordamos a Descartes en su definición del ser que resulta del pensar, Lacan se opone a esto ya que define que el pensamiento es goce por lo que hay goce del ser.
Aristóteles, en su Ética buscaba precisamente el goce del ser.
El ser que Lacan concibe, el ser de la significancia en el goce, es el ser del goce del cuerpo. Y se pregunta acerca del goce del cuerpo, ¿si no hay relación sexual de qué puede servir?
 Es entonces que podemos decir que comienza a construir el cuadro de las fórmulas de la sexuación que se completa en el capítulo siguiente.
Podríamos decir que Lacan parte del axioma no hay relación sexual y lo que suple ese no hay, son los modos de goce y de relación del lado hombre y del lado femenino.
Son posiciones, modos de goce, donde pueden colocarse la mujer del lado hombre, y también el hombre del lado mujer.
Para el hombre que se ubica en relación a la función fálica, tiene que haber castración, es decir algo que diga que no a la función fálica, pero que si pueda engancharse por decir así, al cuerpo de la mujer articulado al objeto a plus de goce del lado de la mujer.
El hombre aborda en la mujer la causa de su deseo es decir el objeto a, en ese sentido el acto de amor aparte de ser poesía –amor cortés-, es la perversión polimorfa del macho.
Para el lado femenino la mujer se ubica respecto del no-todo fálico de allí deriva la escritura de que L/A mujer es barrada porque es no-toda.
Es decir la mujer tiene relación con un goce suplementario respecto del goce fálico, que no es complementario al todo, del goce fálico.
Ahora bien, la mujer también tiene relación con el goce fálico, pero Lacan destaca que hay un goce del cuerpo en la mujer que está más allá del falo, es un goce del cual quizás nada sabe la mujer, aunque lo siente lo cual no les ocurre a todas.
Se trata precisamente de un goce que no está localizado a un nivel genital es decir el clítoris, o la vagina,  no es fálico, es un goce suplementario, no-todo y es más allá del falo.
Este goce se vincula con el goce místico que Lacan comenta al final de este capítulo especialmente podemos situar a un místico hombre, San Juan de la Cruz que estaba colocado del lado de las fórmulas de la sexuación en relación al goce no-todo.
Los místicos dan el testimonio de ese goce que sienten pero del cual no saben nada, un ejemplo de ello es también Santa Teresa, figura que ilustra la tapa del Seminario XX y que es la estatua de Bernini.
De los místicos tenemos testimonios de ese goce no-todo, y no hablado, en sus escritos que según Lacan no son palabrería ni verborrea sino que muestran esa relación místico-gozosa con Dios dando testimonio de ese goce más allá del falo.
Lacan compara los escritos místicos con sus Escritos y dice que cree en el goce de la mujer en cuanto está de más “a condición de que ante ese de más coloquen una mampara hasta que lo haya explicado bien” [xiv]
Es decir es un goce difícil de explicar y trasmitir incluso por aquellos mismos que lo experimentan ya que lo sienten pero del cual no saben nada.
Para Lacan Dios es lo femenino, el Otro sexo, “la faz de Dios como lo que tiene de soporte al goce femenino”. [xv]
J.A.Miller, propone pensar la ex-sistencia y utiliza un símbolo de Fregue: |--     
Este símbolo articula dos términos, por ejemplo
                                                        Suposición   |--    ex-sistencia
                                                          Discurso   |--     Inconsciente
                                                                      A    |--     S
                                                         Semblante  |--     real
Como se ve, si bien se trata de una articulación lógica a la que recurre Miller para situar especialmente lo real como ex-sistente, pero en el sentido de que un término ex-siste al otro, se desprende del otro, es importante señalar que: “en el uso de los términos hay una oscilación constante. Por un lado la ex-sistencia conserva el rasgo del lazo que articula los dos términos, a un tiempo que los desarticula puesto que es el segundo el que subsiste en tanto se descarga del primero”. [xvi]
De manera que se puede plantear que el goce femenino se desprende de Dios
Dios |--Goce femenino
Finalmente, algunas conclusiones que podemos plantear son que el amor de transferencia, el amor cortés, y el amor místico, además del falo, el objeto a y el goce femenino, son también suplencias de la relación sexual que no hay.
    



[i] Miller, J-A.  “El concepto del goce” en “El partenaire síntoma”. Paidos, 2008, página 171
[ii] Lacan, J. Seminario “La Ética del psicoanálisis”. Paidos, 1988, página 20
[iii] Aristóteles “Etica Nicomaquea”. Libro VII.  Editorial Porrua, página 85
[iv] Ibídem referencia 1, página 174
[v] Ibídem referencia 1, página 177
[vi] Ibídem referencia 2, página 69
[vii] Ibídem referencia 2, página 77
[viii] Ibídem referencia 2, página 71
[ix] Ibídem referencia 2, página 74
[x] Ibídem referencia 2, página 84
[xi] Ibídem referencia 2, página  45
[xii]  Ibídem referencia 2, página 85
[xiii] Ibídem referencia 2, página 85
[xiv] Ibídem referencia 2, página 92
[xv] Ibídem referencia 2, página 93
[xvi] Miller, J-A. ¨El lugar y el lazo¨. Paidos, página 194

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